jueves, 20 de diciembre de 2007

SI YO FUERA RAIMUNDO

Por: MARCO ANTONIO VALENCIA*

A pesar de... las reinas de belleza han sido personajes necesarios en todos los mundos y continentes. Representan la banalidad y el folclor de un pueblo frente al trabajo de las gentes del sector productivo que generan riqueza y buscan la comodidad de los hombres. Representan la belleza y la perfección frente al reino de los poetas e intelectuales, que van alimentando con su imaginación y el desprendimiento otra forma de ver la vida. Son el producto de consensos y organizaciones dedicadas al lujo y la estética, frente a la educación y la religión que pregonan que vale más un cerebro bien preparado que la vanidad y el culto al cuerpo.
Las reinas de belleza no solucionan problemas, ni fomentan nada distinto a la idolatría momentánea de la fiesta, y no deberían alcanzar a ser modelos de vida para nadie en un mundo tan globalizado, educado y consciente de la trivialidad de las pasarelas, el jet set y la televisión.
Las reinas de belleza no edifican ciudades, ni tienen mando real, ni tienen súbditos de verdad, y ni siquiera simbolizan el querer de todo un pueblo; pero pueden llegar a generar alegrías de bulto, convocar a la magnificencia, la elegancia, la moda, el consumismo, el ocio, la recreación, la fiesta misma; y por eso, aunque nos cueste decirlo, son tan vitales y necesarias.
Nada es capaz de parar la organización de un reinado. Ni los desastres naturales, ni las hecatombes del terrorismo, ni el pueblo a los extramuros de Cartagena ahogándose en la podredumbre del vicio, el hambre, la delincuencia y todas las desesperaciones que conlleva la pobreza. Pero cuando se trata de reinas el matriarcado se impone en su organización, el machismo no escatima recursos para su ejecución, y el tercer sexo decora y reviste de esplendor todo lo manipulable que se encuentra a su paso.
Por eso, si yo fuera Raimundo, el Dueño y Señor de un evento tan especial, al menos por una vez en la vida, antes de morir, me impondría más y realizaría algunos cambios. Por ejemplo, haría que, por ley, todos los departamentos estuvieran representados para que así la elegida fuera una Señorita Colombia de verdad y en franca competencia. Ignoraría los preceptos de lindura de estándares internacionales para atender el estereotipo propio de la belleza colombiana. Descartaría por completo las recomendaciones de estilistas, periodistas, cirujanos, dentistas y modistos que ya se apoderaron del certamen tradicional, procurando que “el carnaval” fuera un evento para el primor y la feminidad, y no un dechado de banalidades, comercio, apuestas y cosmetología.
Si yo fuera Raimundo, organizaría un reinado donde pudieran asistir por igual mujeres rubias, pero también indias, mulatas, negras, mestizas, zambas, blancas y amarillas. Es decir, haría una fiesta de (y para) las y los colombianos en general, sin cuerpos manipulados por los diseñadores del tercer sexo que se dedican a engendrar mujeres divinas y de pose, a imagen y semejanza de sus elucubraciones, degenerando la raza y violentando la naturaleza.
Impondría mi voluntad para ver en esas pasarelas a una mujer de raza india, piernas cortas, de cuerpo abultado, pómulos anchos, dientes grandes y caminado natural. Haría del Reinado Nacional de Belleza un evento del pueblo colombiano entero, sin exclusiones; y no un certamen elitista, de falsedades televisivas, de engaños audiovisuales que siembran frustraciones en las niñas y adolescentes del promedio, que frente a la guerra que vivimos solo necesita crearse esperanzas y no envidias y sentimientos de fracaso.

(valenciacalle@yahoo.com)
*Escritor

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