jueves, 20 de diciembre de 2007

QUERIDO AÑO VIEJO

Lamento que mueras, es triste, pero así es la vida: naces en primavera, creces en verano, te reproduces en otoño y vuelves a morir en el invierno de diciembre. Verte morir es duro, porque se nos invita a un balance y descubrimos que indudablemente estamos más viejos, y si en tus días nada bueno ocurrió, ni cambió, nos llenamos de angustia.

Pero tu, mi querido Año Viejo, no eres el único que muere. En la cotidianidad de tus días murieron muchas personas que no debieron morir aún, y eso también da tristeza. Murieron ancianos abandonados por sus parientes, niños atropellados en sus derechos más elementales, cientos de personas por quemar pólvora, por atracos callejeros, por medicamentos vencidos, por tiros al aire, por culpa de conductores ebrios. En los hospitales murieron miles de personas por la irresponsabilidad de las Empresas Prestadoras de Salud que no quieren dar calidad ni gastar un peso en los enfermos. En los campos y barrios humildes, murieron muchas personas de física hambre. Y cada noche que un joven se drogó o tuvo sexo no seguro, decidió morir en la ignorancia. Cientos de personas murieron y mataron por abrazar ideas políticas contrarias. Eso sin mencionarte los que se murieron poco a poco por estar secuestrados, extorsionados, amenazados… o aquellos que fueron víctima de la discriminación, la indiferencia, el fanatismo, el narcotráfico, la guerra…

Tú, querido Año Viejo, al menos tienes la esperanza de volver a nacer en enero. Pero en nosotros los mortales ¿qué pasa cuando se nos muere la esperanza, la tranquilidad o se nos apaga la existencia por la violencia o la estupidez humana? ¿Qué hacemos?

Entonces, querido Año Viejo, gracias por morir. Al morir nos recuerdas lo frágil que somos. Ojala muchos de nosotros no desaprovechemos la oportunidad que nos da la vida de sobrevivir para transitar el 2007.

Feliz Año Nuevo para todos.

(valenciacalle@yahoo.com)

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