lunes, 26 de enero de 2009

¿A clase otra vez?

por Marco Antonio Valencia Calle

Esta semana los docentes se reúnen para organizar un nuevo año escolar. En ellas se darán las recomendaciones necesarias para los cambios organizacionales de cada institución, que permitirán tener la educación que nuestros niños y jóvenes se merecen frente a los nuevos retos climáticos, económicos y sociológicos que estamos viviendo.
Se trata en lo básico, de formar estudiantes capaces de leer comprensivamente distintos tipos de códigos, escribir correctamente textos creativos y comunicativos, así como fomentar la capacidad de razonar y usar con competencias las diversas modalidades del pensamiento.
A pesar de las dificultades en todos los aspectos (logística, personal, recursos), los directivos y docentes de todos los colegios tienen que hacer esfuerzos para motivar la investigación en el aula, usar las nuevas tecnologías para el desarrollo de sus temáticas, fortalecer el aprendizaje de otros idiomas, generar ciencias y cultura en todos los sentidos, propiciar el deporte, y escribir las cartas de navegación de su institución acordes con los tiempos, y las necesidades de la gente.
Nuestros estudiantes son creativos y viven llenos de energía, por lo tanto, el compromiso de un maestro debe ser encontrar la forma de canalizar esa creatividad y energía para el fomento de actividades positivas, al punto que le permita a los chicos pensar en ser ciudadanos con metas reales, trabajos legales, y tener espíritu de servicio.
No se concibe un colegio del siglo XXI sin un plan sólido y agresivo para “El desarrollo humano y ético” de sus estudiantes. Un proyecto educativo transversal donde involucre todos los estamentos de la institución para combatir los desafíos y telarañas del mal, como la drogadicción, el analfabetismo, el dinero fácil, las modas dañinas, los engaños de la guerra, las pandillas, el sexo indecoroso, la incultura, la violencia familiar, el daño a los bienes públicos, el irrespeto al cuerpo, el sedentarismo, la inconsciencia ambiental…
Sabemos que los profesores son seres humanos, con recursos salariales limitados, y muchos laboran en lugares difíciles, pero no por eso deben olvidar el compromiso ético y social con la gente y con la patria. De su trabajo depende la formación científica y moral de un país. Cada palabra suya, puede cambiar el destino y la forma de pensar de un niño, y por lo tanto, los maestros tienen que ser gente de mostrar, gente que cultiva el intelecto y las buenas costumbres.
Cualquiera pude enseñar algo, pero solo los maestros saben de pedagogía y por eso tienen un valor social irremplazable. Bienvenidos entonces, señores profesores al desafío de organizar un plan de trabajo que permita la formación de los niños y jóvenes que nos llevaran a la paz que tanto necesitamos, de los niños que nos darán las respuestas y soluciones a los problemas de la vida moderna que hoy ya tenemos.

lunes, 12 de enero de 2009

¡QUE PEREZA!

POR: Marco Antonio Valencia Calle

Que pereza volver al trabajo después de tantas delicias, de tantas vacaciones. Que pereza tener que cubrirse el rostro de la felicidad para ponerse las caretas del combate frente a la grosería de los necios. Que pereza ser otra vez lo que dejé de ser hace unos días: un funcionario gris de uniforme gris de vida gris de pensamientos grises e hipocresías tontas. Que pereza volver a bordar cotidianidades en medio de la inseguridad de este pueblo de calles blancas por donde rondan niños con baleros y vicios humeantes. Que pereza volver a escuchar las promesas con rostros de mentira en este paraíso de pulgas, en este infierno chiquito, en esta laguna de peces tontos. Que pereza volver a encontrarse en el mercado de los chismes a la intriga con faldas y a esos comentarios callejeros para hacer sopa con la honra de los necios. Que pereza tener que toparse con esos encantadores de sapos y serpientes que comercian con las necesidades de la gente y de los otros. Que pereza regresar para tener que armarle promesas, pasiones, intrigas y amores a los jefes, patrones, clientes y meretrices de ocasión. Que pereza volver a escuchar los lamentos de tanto pobrecito enredado en las ganzúas de sus propios problemas. Que pereza llegar al trabajo después de unas vacaciones largas, victoriosas, regocijantes, crujientes, dulces, alicoradas, desconectadas, vibrantes, musicales, poéticas, opíparas, libidinosas, amorosas, regodeantes, fáciles, felices, cómodas, hogareñas, tranquilas... Que pereza volver al collage de los afanes de la calle, al nudo gordiano de las deudas, al florecimiento milagroso de las pesadillas que nos provocan los maricas de turno. Que pereza tener que volver a pintarle pajaritos en el cuaderno a la profesora del colegio. Que pereza, si, tener que volver a madrugar para sacar los cariños hipócritas, los afectos políticos, las heridas familiares en los pasillos de la vida. Que pereza volver a leer en la prensa que hay otro muerto en la esquina de mi casa, y otro en la cuadra del barrio, y otro en la avenida de mi ciudad porque la autoridad anda besándole los pies a la reina popular en el circo acuífero de los bellacos. Que pereza ver otra vez con mis ojos de envidioso este sol alumbrando el hambre ardiente de esos que se besan en la calle sin miedos ni vergüenzas. Que pereza volver a la vida normal y tener que darle gracias a Dios por eso; pero así es la vida. Hay que volver, hay que volver, hay que volver. ¡Imposible, todavía no puedo despertar! No quiero despertar. Hay que despertar. Hay que despertar…

lunes, 5 de enero de 2009

Cartas desde el corazón

Como todos los años se reunieron los miembros de la familia alrededor de un plato de comida y un brindis. La abuela dejó saber que sus secretos culinarios saben cada día mejor. Se comenzó hablando de aquellos que ya murieron, al principio con nostalgia, pero luego salieron las anécdotas y todos rieron con las vainas y vivencias del muerto.

Los que venían de afuera de la ciudad querían saber sobre los últimos acontecimientos familiares y gente del pueblo, los que viven en el pueblo todavía, y se quedaran allí para siempre, con el legado de salvaguardar el nombre y la casa de la familia, estaban que se hablaban de felicidad y la boca les sabía a chisme fresco.

Apareció la tía que hizo orar a todos, y la abuela que nos empujó a misa. El primo aburridor que quería emborrachar a media humanidad a como diera lugar, el familiar lejano que armó problema por algún resentimiento del pasado. La prima enamorada que no paró de llorar porque el novio estaba lejos. No faltaron tampoco los que estando con toda la familia la dejaron de lado para dedicarse a hablar y hablar por celular con sus amigos distantes, y los que chatearon a plena media noche con afectos y parientes de ultramar. Y los niños que entre risas y juegos se divirtieron como enanos, felices todo el tiempo, todas las vacaciones, todo el fin de año y principio del otro.

Hubo familiares que llegaron con regalitos para todos. Se mostró admiración por el pesebre, el carro nuevo, el progreso o la ruina de tal o cual personaje. Se evocó a los seres queridos que han viajado al exterior y están viviendo otras historias. Se nombraron enfermedades hereditarias como si fueran medallas en exposición. Se recordaron juegos de otros tiempos, de las costumbres navideñas que los niños de ahora desconocen, y hasta se animó a los tristes por falta de trabajo, a los enfermos y deprimidos con la esperanza de año nuevo, vida nueva. En varias casas hubo baile, en otras se hizo paseo de olla al río más cercano, y algunos se fueron a pasarla bien a la finca o centros de diversión con abundante comida, trago y parranda ilimitada. Se habló de llevar a la abuela a un ancianato, de los bebes que han engrandecido la familia, de una colecta de dinero para el tratamiento quirúrgico de un tío, se visitó a la pariente pobre y se le llevó ropita usada para sus hijos, se durmió a pierna suelta hasta el medio día, se soñó con la prosperidad por efectos del cambio de año. Se gastó dinero desproporcionadamente, engordamos más de la cuenta. Se habló de Uribe, de las anécdotas que compramos con el dinero de las pirámides, de las próximas elecciones, del deportivo América campeón, de los refuerzos para nuestro equipo del alma. Hubo enamoramientos, encuentros, despedidas, enfrentamientos, disgustos, abrazos, besos, lágrimas. Hubo sancocho para todos, se comió marrano, pavo, gallina y hasta platillos extraños en la mesa. Se visitó la finca, a los amigos queridos, se leyó alguna cosa, se vio televisión, se escuchó la música de moda, se participó en carrozas, desfiles de carnavales, en cabalgatas, se jugó con harina, se gritó y reímos … y sentimos a la familia aquí, en el corazón, en el afecto y las entrañas. Todas estas cosas fueron buenas mientras duraron, y es el alimento que hoy tenemos para arrancar un año nuevo.

Tal vez todavía tengamos pereza, guayabo y ganas de seguir en vacaciones, de parranda y con la familia. Pero no, ahora tenemos el desafío de iniciar a trabajar para mejorar nuestras vidas y cambiar el mundo, de hacer cosas buenas para dejarles a nuestros hijos un país mejor. Entonces, a encarar los acontecimientos, a inspirarnos para hacer realidad los deseos de prosperidad que nos dieron entre abrazos y besos, la familia y nuestros amigos. Que la felicidad sea el camino, y la meta final de cada día.