viernes, 25 de diciembre de 2009

Papá y Mamá Noel

Por: Marco Antonio Valencia Calle

Otra vez navidad, me digo mirando desde la ventana de un tercer piso a una mujer de caderas anchas presurosa que lleva entre sus manos una ancheta forrada en papel cristal rojo. ¿Será para su jefe o para su madre?, me pregunto. Le doy un sorbito a mi café, miro el cielo y me da por pensar que tengo tristeza, y entonces la tristeza se me introduce al cuerpo sin complicaciones. Sigo con la mirada las caderas de la muchacha y balbuceo un “mamacita” entre dientes, y entonces, igual, sin complicaciones, un pedazo de morbo se apodera de mi hombría. Pero las erecciones con tristeza no combinan y mejor dirijo la mirada a otra cosa. Los ojos me llevan a otra parte de la calle, y ante mi pobre humanidad, ganosa y maltrecha, aparece Papá Noel. Así gordo, de camisa roja y todo.
Esta viejo y camina lento como dice la canción de Piero. Se para frente al edificio y escarba todas las bolsas de basura que encuentra. Saca algunas cosas: periódicos, revistas, cartón, un juguete roto y un par de zapatos con los tacones quebrados. Es grande y encorvado, su cara no tiene barba blanca pero su pelo es cano y grasiento. Abriendo una bolsa hace fuerza, arruga la cara y deja ver que no tiene dientes superiores. Lo acompaña un perro color chocolate en vez de duendecillos, y a medida que va llenando su propia bolsa de los desperdicios de todos los vecinos, un carruaje se acerca. Es una carretilla de llantas torcidas tirado por un caballo langaruto que alza la cara y relincha mirándome sin verme.
Mamá Noel, se baja de la carretilla, sube una de las bolsas que antes cargaba el viejo y enreda su atención con un espejo que encuentra en medio de la basura. La mujer se queda mirando a sí misma como buscando una juventud perdida, acerca un ojo al espejo y se arranca algún pelillo de las cejas. Papá Noel le dice algo y la mujer se sube a su trineo de un salto, con una pirueta algo peligrosa para una vieja, y pienso que a lo mejor no es tan vieja, sino que tiene mala pinta por la vida miserable que tiene que vivir y de inmediato me acuerdo que estoy juzgando a priori, que no puedo decir eso, que cómo voy a saber yo si su vida es miserable, que a lo mejor esta vieja con su mugre, su trabajo y su gordo mueco, es más feliz que todos los que vivimos en el edificio.
Me tomo otro sorbito de café y miro las casas de enfrente. Este año hay pocos arreglos navideños. Esta pobre la navidad este año, me digo.
En eso llega mi enfermera, me quita el vaso de café de las manos, le quita el seguro a la silla de ruedas y quiere llevarme a la habitación de nuevo. Con la cara moviéndola de un lado para otro le digo que no, que no, y le señalo a Papá y a Mamá Noel en la calle, mientras hago esfuerzos sobrehumanos para que me entienda, pero la maldita enfermera todavía no es capaz de entender ni mu, de lo que intento decir con mis balbuceos. Empuja la silla en dirección a la habitación mientras yo sigo intentando comunicarme en un desesperado “gaga gooooel, aga gaga goel”. Si mijito, tranquilo que ya lo llevo a su cama de nuevo. Vas a descansar que mañana es navidad y te voy a dar un regalo bien bonito. Me resigno y me dejo llevar.

La mujer me lleva a la habitación, me carga y me pone en la cama sin escuchar ni reponer en mis palabras. Cuando me alza, aspiro de su perfume y me extasío, y cuando su cuerpo se estrecha con el mío, el calor de sus senos me hace sentir un estremecimiento. Un algo que recorre mi vida de cabo a rabo y siento un hilillo de miedo. Un miedo feliz, morboso que me hace sentir vivo. A esas alturas la hombría se nota y me siento turbado. La mujer me mira todo y quiero sospechar que se estremece por mi condición. Sale de la habitación dejándome solo. El otro día pensé que si esta mujer de cuarenta y pico de años, de tetas grandes, nariz operada y tristeza en los ojos me alzara de vez en cuando en su regazo, a lo yo podría ir mejorando poco a poco, hacer un esfuerzo más grande por mover la lengua, los dedos, el cuerpo mismo, hablar más claro y más firme, pero ni a ella, ni a ningún médico se le ha ocurrido esta terapia. Intuyo que ella solo ve en mi a un pedazo de hombre al que la faltan patas y manos… y hasta creerá que también soy lisiado mental.
Es noche de navidad y la mujer a lo mejor quiere estar con su familia, pero tiene que trabajar, tiene que cuidarme, y se siente triste y sola. Yo me siento triste pero no solo. Con seguridad piensa que soy un desgraciado sin nada en el cerebro. Yo pienso que es una hembra bonita con tristezas en el alma, y lo sé por el palpitar lento de su corazón en el instante que coloca mi cara sobre su pecho para pasarme de la silla a la cama. Lo peor de la navidad es estar solo. La navidad es para compartirla en familia así como lo hacen Papá Noel con Mamá Noel, que andan con su caballo y su perro, tal vez sus únicos familiares para arriba y para abajo en busca de vainas para reciclar, pero juntos. En cambio, esta enfermera de senos olorosos a pachulí y corazón lento, está sola y triste, seguramente igual que yo, monigote del destino, que una navidad se estrelló en una moto, ebrio, y que por los rezos de mamá, en vez de morir se quedó penando en este mundo tan cuadrapléjico, que ya nadie me determina y todos se van de vacaciones.
Sonrió, la enfermera me sonrió, y le correspondo… pero la enfermera solo ve en mí una mueca fea desde la puerta, y me mira como se ve a un niño recién nacido. Su soledad me acompaña.
Como sea, es navidad y ya he visto a Papá y a Mamá Noel en la puerta de mi edificio, quienes han venido a entregarme su regalo personalmente. A lo mejor muchos los han visto, pero pocos los han distinguido, y no se han dado cuenta de nada. Yo, que he perdido la facultad del habla, del oído y del movimiento, si he podido verlos y he recibido la gracia de ponerme a pensar en el otro, en la gente que me acompaña. Gracias Mamá Noel. Gracias Papá Noel.

domingo, 15 de noviembre de 2009

EL MORRO

por: Marco Antonio Valencia Calle

Hace unos días el senador Luis Fernando Velasco llegó al “pueblito patojo” para visitar la tumba del Quijote, comer empanadas de pipián y aprovechar el escenario para contestar una entrevista de la televisión nacional. Lo acompañaba un séquito largo de secretarios y guardaespaldas.
De pronto en el escenario interrumpe una mujer bellísima. Un ángel de niña que se deja caer de “El Morro” gritando que la han robado. El senador Velasco alerta a sus escoltas que de inmediato despliegan con la policía un operativa para capturar dos tipos que se desplazan en una moto kawasaky azul sin placas que han robado un bolso de mujer.
Lo que no sospechaba el senador, ni su séquito de secretarios, ni las periodistas de la tele nacional, ni yo mismo que estaba ahí mirando todo de reojo, es que enseguida de los gritos del ángel caído y sus lágrimas vestidas de angustia, de la nada comenzó a salir una cantidad de gente que fue rodeando al senador para contarle al principio que la inseguridad en “El Pueblito” y en “El Morro” era insoportable. Que no se explicaban cómo un sitio al que visitan turistas a diario, se hubiera convertido de la noche a la mañana en el atracadero más grande de la ciudad frente a la indiferencia de las autoridades que sueñan con tener a Popayán como un paraíso turístico. Luego se quejaron de la poca importancia de las autoridades a sus llamados, de la ineficiencia del número de emergencias 123, de las llegadas tarde de los policías las pocas veces que venían.
Explicaron incluso cómo operan los cacos, y de su incapacidad de civiles para enfrentarlos, algo que a veces suelen hacer exponiendo la integridad física para hacer de héroes improvisados a costa de su propias vidas y venganzas posteriores.
El Senador hacia preguntas ejecutivas, se mostró interesado, escuchó a todo al gentío y prometió hacer algo. La gente contestaba a sus preguntas, e incluso le dramatizaron alguna escena, y al final, casi en coro, le suplicaron que frente a los oídos sordos de las autoridades por salvar ese sitio de los truhanes y viciosos, él era la única salvación. “Senador”-, dijo una señora vieja, recia y voz profunda-, “usted es el único que nos ha venido a escuchar y usted es el único que nos puede salvar. Haga algo por recuperar la seguridad de estos sitios turísticos, por el bien de la ciudad…”
El senador dijo que sí, que se los prometía, que él mismo iba a ir a visitar el comandante de la policía para pedirle ayuda. Que el asunto de la inseguridad no podía continuar así...
Al rato, se comió un “morro” de empanadas, probó el champú, se despidió de besos y de mano de todos. Se fue con su séquito de colaboradores a seguir escuchando “otro morro” de reclamos y necesidades a los barrios en su campara para obtener votos que lo reelijan senador…
Pero enseguida, en El Morro, otra mujer comenzaba a gritar: ¡cójanlos, me robaron la chuspa, me robaron la chuspa, cójanlos, cójanlos!

sábado, 9 de mayo de 2009

La madre

por: Marco Antonio Valencia Calle

Cuando a Eduardo Lamas le propusieron llevar al cine su poema “La madre” no se sorprendió para nada, pues sabía que tarde o temprano iban a descubrir que era un genio de las letras. Aceptó el trato, pero pidió participar de la realización de los libretos, a lo que el director y libretista Max Lebaza indignado dijo que solo aceptaría sugerencias por correo electrónico, pero nada más; porque una cosa era el simple poema, y otra cosa era la nueva obra de arte que saldría de su genio creador. La puja de egos terminó en una cena con empresarios y artistas, con mucho whisky y más paga para el poeta. A la madrugada, después de tanto rogar, el bardo lo único que pudo conseguir fue la posibilidad de estar presente sin voz ni voto en las escenas de grabación.
Cuando comenzaron a rodar, Lamas casi se muere al descubrir que el hijuemadre director había puesto a un político como protagonista, al interpretar el primer verso de su poema: “herida y llena de lágrimas decepcionadas, camina la madre del infante travieso por el parque de un mundo destruido”; pero como ya todos estaban avisados, de nada valieron sus reclamos. La cosa se puso peor, al punto que Lamas casi derriba con su pataleta una cámara analógica reformada, cuando descubrió que la mente retorcida del director había buscado una actriz porno para protagónica. -Es solo la interpretación de tu babeante poema a las madres-, le gritó Lebaza, y salió llamando a seguridad para que sacaran al hijuemadre poeta de una vez y para siempre de los estudios.
El poeta quiso deshacer el negocio, pero los empresarios como buenos capitalistas, no tenían escrúpulos ni se dejaron convencer por las sensiblerías y argumentos moralistas del autor. -¿Por Dios, -decía-, es que ustedes no tienen madre? No sean tan hijueputas, no me hagan este daño. Se están tirando el homenaje que le hice a mi madre.
-Agradece que nos estamos “tirando el homenaje” y no a tu propia madre-, dijo el más simpático, un negro gordo, con dientes impecables y cadena de mafioso al cuello. –Todos aquí tenemos madre-, dijo un enano con aliento de ajo-, pero es de caucho, por tanto, nos rebotan tus insultos. -Mi mamá, gracias a Dios, dijo uno que vestía corbata y camisa amarilla de mangas largas, fue la que me enseñó que la vida es de los vivos y que afuera se quedan los perdedores. Esta película de “La madre”, mi querido poeta, es un negocio que nos va a llenar de dinero. Déjate de sensiblerías.
El poeta gritó y gritó para terminar balbuceando que no, “que no le podían hacer semejante afrenta a su madre”. Se dejó caer en una silla a punto de llorar, recibió un vaso de agua, y a todos llamó la atención que parpadeaba a mil por minuto, como si le fuera a dar un ataque de algo.
-Hijo-, le volvió a decir el de la camisa amarilla mientras se arreglaba la corbata. –Todas las madres son santas, pero también son seres humanos llenas de defectos por dentro y por fuera. Ya todos aquí quisiéramos que nuestras mamás jamás nos gritaran, que es la cosa más infame que puede hacer una madre, o que dejaran de ser mujeres corrientes expuestas a los vicios y pecados como la lujuria, la gula, la pereza, la ira, la envidia y la soberbia… déjate de pendejadas y celebra con nosotros esta película, el amor por “tu madre”, es sin duda un gran guión, y un excelente negocio. ¿Vale?

domingo, 3 de mayo de 2009

A TODO MARRANO LE LLEGA SU DÍA

por: Marco Antonio Valencia Calle

Marcial abre el periódico y se encuentra con la notica: “El mundo alarmado por pandemia de gripe porcina”. Y sonríe, por fin una noticia distinta para mitigar el miedo a la crisis económica y los despidos laborales que le ponían la carne de gallina y las tripas sueltas.
–Nos han cambiando un miedo por otro- se dice, y vuelve a sonreír. Pero este miedo es mejor, al fin y al cabo están hablando de una ventana hacia la muerte, y no de los desgarramientos que produce la falta de dinero, el hambre o las necesidades insatisfechas. En el baño medita mirando el papel higiénico: prefiero morir de una “cochina gripa”, que por las pesadillas que dan las deudas. Abre la página editorial (¡es otro de los que lee en el sanitario!) lee y comenta: ya nadie acusa a los políticos por tránsfugas, los columnistas se han dedicado a escupir sus miedos porcinos y vaticinan malévolos y “con sospecha”, que los sistemas de salud preferirían tener millones de muertos a sacar dos monedas de la alcancías tipo cochinito que han de tener, para comprar vacunas. El caricaturista ha dibujado un globo terráqueo y ha puesto una cola de cerdo apuntando hacia Marte, un mundo más despejado, virgen y saludable. En la radio del apartamento vecino, que se escucha bien en la casa de Marcial (una apartamento de interés social con paredes de papelillo y cero intimidad), un pastor bullicioso de iglesia desconocida, vocifera holocaustico el comienzo del fin del mundo, de las profecías de los iluminados, de las epidemias como el sida, los malditos secuestradores, las plagas humanas, la pobreza con hambre, la gonorrea, los políticos inmorales, el tifus, el miedo, los pesticidas, la influenza, etc, etc
Camino al trabajo en una buseta de servicio público, una mujer estornuda y la gente comienza a insultarla. La mujer, una matrona cincuentona, jorobada y chal rojo, apenada por su alergia, se baja del vehículo pálida de la vergüenza deseando haber muerto en ese fatídico accidente que la dejó viuda, antes de haber asistido a semejante escarnio y señalamiento público.
En el trabajo, a la hora del tinto, que es cuando en la empresa de Marcial comienzan a rodar las noticias, las bromas y los chismes del día, pasan de enterarse que a la mujer del subdirector de Estadística la vieron salir de un motel con su marrano de turno; a las cifras de “sospechosos portadores de la gripe”, y bromean deseando estar enfermos para irse a casa, a dormir a lo cerdo, con salario completo, celular activado, peluche marital y piyama de rayitas.
Ya no hablan de las pirámides o captadoras ilegales que “los cogió a todos de marranitos”, y les tumbó los ahorros dejando las economías familiares temblando; ni de la crisis económica mundial que dicen que se avecina como el Quinto Jinete del apocalipsis para dejarlos a todos sin empleo; ni de los presidentes latinoamericanos que pasaron de las elecciones democráticas a las dictaduras populistas por culpa de esa franja de indiferentes y “caribajitos” que no votan ni dicen nada…
De regreso a casa, rememorando a Barba Jacob, trata de armar una parodia para aliviarle el susto de tocineta que seguro tendrá temblando a su mujer: “Hay días que somos tan marranos, pero tan marranos, como leve gallinas asustadas por la gripe aviar, y tal vez bajo esta epidemia la dicha nos sonría, porque la vida es cara, manipulable y las puercas noticias “sospechosas” como el mar”.

domingo, 19 de abril de 2009

EL TURISTA

Por: Marco Antonio Valencia Calle

Me gusta salir a las calles del mundo, caminar perdido entre la gente, mirar la cotidianidad de la vida, apuntar, y ¡clic!; así como me gusta luego sentarme a ver las fotos detalle a detalle en la soledad de mi casa, en Vancouver. Las fotos de Popayán me quedaron preciosas. Es una ciudad que guarda su magia para las cámaras. Mejor dicho, me parece más bonita retratada que en la realidad, sin decir que la ciudad no tenga un paisaje pintoresco y bello, especialmente en los días de Semana Santa, donde todos los ciudadanos ponen de su parte para enlucir sus casas y espacios públicos.
Mi especialidad es fotografiar desnudos de mujeres de la cotidianidad. Mi trabajo comienza en cualquier calle, en cualquier lugar, en donde me atrape un olor, un gesto, o una sonrisa misteriosa. Me gusta ensoñar a una mujer que pasa por la calle, perseguirla, acercármele despacio, llamar su atención, hablarle de cualquier cosa, comenzar a contarle de mi trabajo, hacerla reír, lograr que me acepte un café, seducirla con la historia y con la palabra, y finalmente… lograr que se desnude para mi Nikon. Es todo un desafío. El arte del cazador. A veces no sé qué es más difícil: si encontrar una mujer natural y corriente que valga la pena, enredarlas hasta convencerlas, o tomar las fotografías.
Me atrevería a pensar que esta es una ciudad para los que aman la soledad, o para los que disfrutan del silencio y el anonimato. El cuarto día, el Jueves Santo, cuando ya creía que mi viaje a Popayán en busca de una mujer para mi Nikon era en vano, detrás de un ramo de veraneras, en el jardín de una casona vieja con lava pies, descubrí a la mujer que me recompensó la paciencia. Una chica de cabellos rojos y miradas que estremecen.


Las mujeres de una ciudad como ésta, tan húmeda y silente, tan anómala y vertical, despiertan un encanto especial para los hombres que venimos de ciudades con el frío del otoño, la primavera y el invierno entre los huesos. No sé si me explico. Hay personas que aman el Caribe y las mujeres del Caribe, que sueñan con barranquilleras o boricuas de labios gruesos o jineteras cubanas por sus anchas caderas y su alegría espontánea. Pero las mujeres de los Andes, o mejor, las mujeres para mi Nikon, son como las que una encuentran en Popayán, porque lo tienen todo, y lo saben todo al mismo tiempo.

La mujer hablaba por teléfono. Comencé a tomarle fotos a discreción, ella me descubrió y sin decir nada, sin dejar de hablar, sin soltar su teléfono, y como si me hubiera leído las intenciones, comenzó a desnudarse con una maestría deslumbrante. Luego soltó el aparato, se me acercó y me dio un beso. Sus senos rozaron mi lengua o viceversa, no sé. El beso fue largo, extraño, profundo, incandescente, quemante. Lástima que no se puedan fotografiar los besos. Luego desapareció sin más, pero yo, con ese beso, con esas imágenes en mi Nikon, encontré el nido de las mariposas amarillas de la irrealidad de Macondo, el origen de los arcoíris en el universo, y hasta la explicación de las fiebres tropicales que mataron al Libertador en Santa Marta, mientras idolatraba a su amante Manuelita.

domingo, 12 de abril de 2009

LA PITONISA

POR: MARCO ANTONIO VALENCIA

Esta mañana fui donde la pitonisa que escarba mis días en el sol de mis entrañas. Y me dijo de una, sin preámbulos ni disimulos, que esa mujer del carro blanco no me convenía. Que si meto el dedo en su cuerpo, abriré el dique de un río turbio, lleno de corrientes violentas y rápidas que jamás me dejarán escapar.
Esa mujer, me dijo, espantando el humo del tabaco de su rostro para que pudiera verle los ojos amarillos y ensangrentados, es la perdición de tu alma. Si pones tus ilusiones sobre su pecho y vuelves a beber en su compañía, caerás en un hechizo para el cual no hay remedio, ni brujos, ni antídotos. ¡Te lo advierto!
Quise preguntar algo, pero no me dejó, tomó mi mano, me señaló una línea y con voz de ultratumba continuó, ¿ves esto?, es un corte de peligro, esta liniecieta de aquí, es ella. Y en ti esta continuar con tus días mediocres de felicidad, o cruzar la vida, y partir tu destino dejándote seducir por la incertidumbre de una aventura sin ojos. Y lo peor, mi muchacho, es que puedes elegir. Pero ni lo pienses. Sencillamente no la vuelvas a ver. Olvídate de ella, vuela por otras montañas otros mares, otros amores. Allí donde alguien pensó triunfar han muerto decenas. Nada, ni nadie puede contra esta hechicera insaciable de amores arrebatados. Déjale esos heroísmos a otros. Además, no te salvaras, quedarás incinerado allí, entre su vagina y sus historias.
Tus ángeles han evitado la caída. Están despiertos desde entonces, cuidándote, en vigilia, pero ya flaquean, y si los devaneos vuelven, nada detendrá tu caída en la cama de esa historia terrible. La hechicera es poderosa y sabe que tiene que vencerte, atraparte, llevarte consigo como un trofeo. Huye. Simplemente huye, entes que sea tarde. Y no te puedo decir más, ni dar respuestas. Págame, deja allí lo que quieras, hasta luego.
Y me dejó solo, en medio de un cuarto con piso de barro, paredes de bareque con telarañas en las esquinas y matas secas encima de los armarios, con ropa colgada en cabuyas sobre la cama y un racimo de plátanos a un lado de la mesa. El olor a eucalipto se confundía con el de hierbas y otras ramas que desconocía. Un gato con sus ojos de diablo me vigilaban desde la penumbra. Del techo colgaban ollas tiznadas, cueros disecados y creo que hasta un murciélago hacia su siesta por ahí.
Salí del cuarto y tuve que cerrar los ojos porque el brillo del día me lastimaba. Había un barranco y algo me empujaba hacia él. Siempre pasa. Un espíritu burlón me empuja, me toma del cuello y quiere divertirse conmigo viéndome volar y destartalado al final de cualquier abismo. Pero no, no es el momento de jugar a las fobias. Y me pregunto: entre el abismo de ahora y el que me señala mi pitonisa, ¿cuál es peor?
La mujer que me espera en el carro blanco, saca la mano, y hace señas para que baje rápido.

domingo, 29 de marzo de 2009

EL TERREMOTO DE 1983

por: MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE


No puedo creer que han pasado 26 años… porque el dolor, la herida y la sensación de la tragedia todavía la tengo aquí, en el trauma que me acaricia la tristeza y la desolación más profunda que ser humano pueda imaginar. Tenía 15 años y me llegó el día de ver el horror y la muerte en un instante infinito que todavía no termina.
¡Tembló la tierra!, y pensé que había llegado el fin del mundo y la miserable suerte de ser un sobreviviente. Mi abuela Leticia, murió en la catedral agarrada a un Santo al que le oraba por mejores días, y que se le vino encima para protegerla del techo que colapsó. Mi casa, con todo lo que había en ella, construida en años de esfuerzo por mis padres, se desplomó y se volvió polvo en un segundo. Nos quedamos huérfanos de todos los bienes terranales, pero nos quedó la vida para comenzar de nuevo. Lo que perdimos ese día no lo hemos vuelto a recobrar jamás. El terremoto no solo se llevó nuestro hogar, se llevó todo lo que éramos y desde entonces deambulamos de un lugar a otro, sin encontrar la vida y la comodidad que disfrutábamos. A minutos del sismo caminamos en busca de la abuela por el sector histórico de la ciudad en medio de casas desplomadas, gritos, sangre y muertos. Escenas dantescas que se asoman en pesadillas y me hacen temblar todavía. Fue terrible, terrible. Por semanas enteras vivimos de la solidaridad de los vecinos y familiares, desorientados, temerosos, hambrientos, sucios, y en silencio. La abuela Leticia que era el centro del hogar, y la casa que teníamos por hogar (en el barrio El Cadillal) no estaban, y no sabíamos qué hacer. Nos quedamos huérfanos para siempre. Lo teníamos todo, éramos ricos. Y por el terremoto, lo perdimos todo. Todo… pero nos quedó la vida. Recomenzamos viviendo en hacinamientos familiares, comiendo en ollas comunitarias, agarrados a la fe y la camándula de mi abuela Carola, otra matrona creyente y sabía, que se dio a la tarea de aliviar la vida moral y física de familiares y vecinos con una generosidad infinita. Ahora que lo pienso, en mi familia nunca hablamos de esa página negra que vivimos. Hemos creído en la necesidad de olvidar esos días de lágrimas y pobreza extrema. Jamás hablamos de los días en que dormíamos hasta 24 personas en una sola habitación, de los meses en que fuimos a estudiar bajo en carpas de lona y guadua en medio de aguaceros despiadados porque el colegio también se había caído. Y menos de los días que a escondidas de mis padres, hambriento, hice fila para recibir coladas de bienestarina que se repartían en los colegios en colas infinitas bajo la lluvia.
Mi padre, orgulloso, nunca aceptó las ayudas del gobierno, ni invadió lote alguno para apropiarse de lo ajeno, ni nos dejó recibir ni usar ropa o alimentos que se repartían a los damnificados, ni hizo préstamos especiales para comprar vivienda y luego negarse a pagar como muchos. Nada. Volvimos a levantarnos de la miseria total con el sudor, el sacrificio y el sufrimiento de mi madre, que no sé cómo, volvió a levantar esta familia con hijos de bien y profesionales todos.
Y sé que hubo gente (de aquí o venida de otras partes) que sufrió el terremoto con menos daños físicos que mi familia, o no les pasó nada, y por efectos de la confusión que causó el terremoto se aprovecharon y consiguieron casas gratis o se apoderaron de las ayudas que nos llegaban. No los condeno, pero sus codicias avergüenzan.
Abuela Leticia, que Dios te tenga en su gloria. Señor, líbranos de otra tragedia como la del 31 de marzo de 1983...

viernes, 13 de marzo de 2009

¿QUÉ HACEMOS CON LOS POBRES?



El escritor debe decir aquello que nadie quiere decir, que nadie quiere oír”
(Rubén Fonseca)


Lo peor del mundo es la pobreza, y de la pobreza: los pobres. En ellos están todos los males encarnados. Entre los pobres se dan las peores pesadillas del hombre: allí están los desplazados, los damnificados, los desplatados, los violados, los desocupados, los vaciados, los desquiciados, los feos, los brutos, los gonorreicos, los alcohólicos, en fin, la pelambre humana. Ese cuento de “que soy pobre, pero honrado, no se lo cree nadie”.
Meterse a un barrio (que digo barrio, a una invasión) de proletos es cosa horrible. Viejas preñadas por todo lado, chinitos viringos y barrigones comiendo tierra con caca de gallina por las veredas o caños, y tipos mal encarados en todas las esquinas fumando bareto, le hacen poner a uno la carne de gallina.
En una pieza de cartón y tablas llegan a vivir hasta 16 personas amontonadas y hay la promiscuidad sexual que ustedes quieran: el papá con la hijastra, la hermanastra con el primo, el primo con la tía, en fin. Practican una vaina que se llama “la gateada” y consiste en esperar a que todos se duerman para que el primo se pueda montar a la prima. Al otro día todos amanecen con ojeras y se miran entre ellos maliciosos: unos con rabia, otros con picardía y no faltan los dudosos, pues no saben quien se les montó. El sexo entre los pobres es de practica libertina pero tema tabú, y no hablan de él ni para planificar.
Allá no hay colegios, pero hay ollas: casas donde compran a precio de huevo todo lo que los pelaos pobres le puedan robar a los ricos; y los pelaos no juegan playStation o futbolín, juegan a las cuchilladas (el que se deje cortar la cara, pierde), al tiro de paja (se masturban públicamente, y el que sea capaz de eyacular tan fuerte que su semen toque el techo, gana), al gato violador (al primero que coja una niña -de 7 o 8 años, o la que pase, qué carajos- para violarla entre todos, y hacerle vaca, es un duro); al que más aguante metiendo bareto sin dormir, comer ni vomitar (suele durar hasta 36 horas el jueguito); se meten en debajo de un puente y atracan (gana el que más puñaladas de en el mes) en fin. Unos juegos cerdos los que se gastan los pobres. Los pobres son una plaga, se multiplican sin descanso y siempre nacen indios morados o negros ¿han visto?, eso sin contar que dañan la tranquilidad de todo el mundo, afean la ciudad, roban y matan. Son unos brutos, nunca entienden las leyes, no saben de propiedad privada, monogamia, las leyes de Dios, ética, estética, o moral; mejor dicho, no entienden nada de nada, ni saben para qué sirven las escuelas y por eso los pobres siempre serán rateros, disipados, viciosos y feos. Los pobres sirven para justificar la existencia de la curia, los discursos del político y la caridad de las viejas encopetadas; en biología para explicar la degeneración de las razas. Los pobres sirven para poder demostrar la desintegración familiar y hacer obras de caridad. Los rotos, así también le dicen a los pobres, sirven para justificar la existencia de la policía, los indicadores económicos, para tener obra de mano barata, para tener quien se queje, para tener idotas útiles en tiempos de elecciones, para hacer esos trabajos groseros, impúdicos o feos que los ricos no quieren hacer. En fin, los pobres son un mal necesario.
Pero lo peor de los pobres es el resentimiento con el que viven, y más peor – como dicen ellos-, es un pobre estudiado que alcanza a trascender la barrera y logra que lo nombren en un puesto importante.!Já! Dios nos proteja de caer en semejantes garras. Son lo peor de lo peor, y no actuando contra los ricos, sino contra los mismos pobres.

Ahora, para reflexionar: ¿Cuándo usted da una limosna a un pobre, por qué lo hace? ¿Por el pobre o por usted? ¿Por piedad, por miedo, por costumbre, para que Dios le perdone la abundancia? Oiga, ¿Qué hacemos con los pobres: Les damos leche con cuca o les vendemos ilusiones de iglesia?

domingo, 8 de marzo de 2009

DE LOS FOROS RIDÍCULOS Y OTRAS GENIALIDADES

por: Marco Antonio Valencia Calle
valenciacalle@yahoo.com

Fui a una conferencia de universitarios en algún lugar de la Tierra cuyo nombre prefiero olvidar. Un acto ridículo de ventriloquia de loras mojadas. Los pobres tipos no podían ni respirar por sí mismos. No balbuceaban una baba de su propia imaginación, de su propio pensar, de su propio sentir. Expusieron bagatelas como: Desde la perspectiva de Pokper y Marchx, vivir en un pueblo es un laberinto de dos puertas. La amistad extendida por un lado y el infierno del ridículo por el otro. Ya lo había afirmado Jibermas, en los pueblos pequeños se desnuda al otro con el olfato y se mide a la gente por el peso de sus apellidos, la cultura por el barrio, la importancia por los amigos que se tienen.
Desde Chuchenco, el presente y el destino de un fulano en los pueblos pequeños esta medido por lo que fueron sus abuelos y no por lo que son la gente en el ahora y en el presente. En los diarios de Kakas, podemos encontrar afirmaciones como que a veces a un pueblo llega un extraño y cree que puede entrar a la rosca, pero no; a veces un fulanito se da sus mañas y triunfa en las ligas económicas y políticas y cree que puede acceder a los círcus del ridículo social, pero no es así. A estos círculos los nuevos triunfadores sociales solo se les acepta, se les usa, se les aprovecha, pero no se le permite entrar a sus entrañas por más emparentado que esté. Incluso, los hijos naturales, reconocidos o no, tienen sus problemas para de acceso total. Y si no pueden los que llevan una pinta de sangre familiar mucho menos lo que Tripucha llamó los yernos (de yerros) o las nueras (aludiendo a las que no eran).

En estas culturas endémicas nos cuenta Pachulí, las luchas políticas están dadas por actores ultra conservadores en un teatro de pocas transformaciones. En el libro de Torobobo y Garcilazo, uno encuentra que esta gente se alimenta más de los elogios mutuos, de pergaminos en la pared, de títulos de nobleza para la exhibición, de escudos que les hace vibrar el alma y las tripas, que de proteínas y maíz, pues comen poco.
Trepanuca afirmó sobre este mismo asunto, que esta gente nunca dan la mano a un sujeto sin preguntar primero “y vos de quién sos hijo”, o “de qué familia sos”, siendo esta la frase que los identifica como pertenecientes a una clase racista, xenófoba, clientelista, Cuaternaria y peligrosa.
Sochogun Diez, en su libro “Las luchas políticas de las minorías ridículas”, dice que estos asuntos están dadas por temor y supervivencia, en la conciencia plena de saberse tribus en vía de extinción, pues ya al mundo civilizado y culto, en cualquier sentido del término le interesa poco menos que un comino el apellido de una persona frente a situaciones como la cultura, la creatividad empresarial o científica del ser y del ahora.
Chuspín, el sociólogo creador del Habeas, dice que todos éstos ritos y mitos, hacen que muchas veces en estos hogares se tengan que esconder el común sentido de humanidad que les corre, y detrás de las poses y caserones, pequeños asuntos se vuelven secretos inconfesables. Secretos que en principio son sus propias lápidas, y sus fantasmas frente a la fauna popular que los mira y admira estupefactos.
Bien decía el maestro Delfín Avispado en sus clases de sociología matemática, que no hay nada más ridículo en el mundo que ver el comportamiento estrafalario de un blanco con apellido, un negro con título y un indio con plata. Barak Mosquera, afirmaba que no es que estos sujetos pierdan el sentido de la decencia, sino que desconocen la inutilidad de sus petulancias olvidando que “polvo eres y en polvo te convertirás”, como lo afirmaba San Agrustrin de Hipotálamo. .
Ay, Señor, uno no sabe que produce más risa, si estas loras universitarias de nuestro tiempo sin voz propia y sus rebuscadas lecturas en El Rincón del Vago punto com para justificar sus sueldos de burócratas, o la dedicación del dinero público para investigar y montar foros sobre temas del ridículo que ya a nadie le importan, en las sociedades civilizadas.
Nota: solo acepto comentarios a esta columna de “gente con apellido”, y de universitarios con cerebro y voz propia.

domingo, 15 de febrero de 2009

De la crisis moral, a la crisis universitaria

por: Marco Antonio Valencia Calle

Como una gran avalancha de tierra y agua, la crisis económica avanza sobre nosotros, quienes hasta no ver el hambre en nuestras mesas, no le comeremos cuento a los gurús de la economía. Algo le aprendimos a Santo Tomás que dijo: “hasta no ver, no creer”. O mejor del catolicismo: todos quietos y frescos… que Dios proveerá. (Y ojalá así sea)
Frente al tema de la crisis económica vamos a ver si nuestro Presidente y sus ministros, con el señor Fiscal a bordo, se toma los canales de televisión para dar las indicaciones pedagógicas con el fin de evitar la catástrofe financiera, así como lo hizo cuando decidió cerrar las “pirámides” o empresas captadoras de dinero “para protegernos”. Acción presidencial que –sospechosamente- nos dejó más pobres justo meses antes de una recesión mundial.
Y hago un paréntesis: anoche tuve una visión: que la platica de las pirámides se había perdido del todo en esa ruleta del azar, y que con la crisis económica mundial en pleno me llegaban la pobreza a visitar, pero que la estocada final me la daba el gobierno cuando declaraba (como en la Argentina de hace años) “El corralito bancario”, es decir que nadie podía sacar sus ahorros de los bancos, y entonces la miseria se venía a vivir a mi casa con toda su familia. Por lo tanto, me tocaba salir con los vecinos a “cazar ratas” para matar el hambre (y aplacar la sed… de justicia).
Pero si la crisis económica viene a paso de tortuga, la crisis moral ya vive en muchos de nuestros hogares. La vemos cuando papás profesionales y todo, son incapaces de educar a sus hijos para evitar esa caterva de niños Emos y suicidas, ese clan de quinceañeros gays, esa multitud de niñitas premenstruales y callejeras, esa tropa de infantes drogadictos por soledad, esas manadas de pandillas juveniles robacarteras y mariguanos que asolan los barrios de las periferias.
La crisis moral ya nos la presentan cada día en los noticieros de televisión, cuando nos hablan de funcionarios con títulos de doctor y elegidos con la confianza del voto popular, que luego a conciencia y sabiduría de universitarios, terminan vendiéndose a intereses no santos, y a favor de sus bolsillos.
La crisis moral ya ronda la casa de todos. Tenemos que vacunarnos contra la estupidez colectiva. ¿Cómo es posible que ya no importe que nos pisoteen la dignidad?, ¿hasta cuándo seguiremos siendo ciudadanos de la Patria Boba?, ¿cuándo es que nuestras universidades asumirán su rol serio y responsable de enseñar una “ética para salvar la patria en tiempos de crisis moral”?, ¿cuándo es que van a dejar de decir en las universidades que “la ética” se aprende en los colegios, y en los colegios que en la escuela, y en la escuela que en la casa… si en la casa no hay nadie, y si hay alguien.., ya son papas podridas?
¿Qué carajos hacemos con estas universidades incapaces de enseñar ética, de fomentar profesionales con liderazgo, de asumir responsabilidades políticas frente a las crisis ciudadanas?

domingo, 8 de febrero de 2009

LOS RÍOS QUE SUENAN

Pocos entendemos eso de la globalización de la crisis financiera más allá de los sueños rotos, las deudas y la falta de plata que nos dejó en la economía familiar el desfalco de las pirámides. Y poco entendemos eso de la globalización. Pero deberíamos estar preocupados e intentar hacer un esfuerzo por entender sobre temas que tarde o temprano nos van a causar problemas locales y nacionales.
La globalización consiste en que ya no hay diversos mundos, sino uno solo porque todos los mundos ya están relacionados entre sí, especialmente el de la economía. Y claro, entre los aspectos negativos de la globalización tenemos que, lo que pasa financieramente en un continente, repercute en otro.
Ahora bien, la crisis financiera que comenzó en México en 1995, siguió en Asia en 1997, llegó a Rusia en 1998, azotó luego a la Argentina y Turquía, y que en el 2009 golpea en las puertas del imperio norteamericano, en poco tiempo puede llegar a entrar en nuestras casas.
Lo que quiere decir que los países ricos que conforman el G-8, por ejemplo, deberían construir nuevas arquitecturas financieras para regular el flujo de capitales con el fin de prevenir las crisis que se avecina en Latinoamérica (y que ya empieza a golpear a varios países en vía de desarrollo). Por ejemplo, renegociar la moratoria de la deuda externa, y renovar las políticas del Fondo Monetario Internacional, serian un par de buenas medidas.
La palabra globalización que tanto emociona a los jóvenes por el asunto del interné, y porque permite viajar sin traumas a cualquier parte del mundo, asusta a los estudiosos que reconocen en el término “globalización” serios peligros para el progreso humano; pues las políticas de los países ricos consiste en lucrarse de la riqueza de los países pobres vendiéndole cuentos chinos que involucran la palabra “desarrollo” como si fuera la gran panacea. Y es peligrosa sencillamente porque se trata de un desarrollo privado, injusto, y monopólico en la medida que concentra el poder en unas cuantas empresas.
La tarea de los intelectuales, de los grupos sociales, de los movimientos de presión (sindicatos, economistas y políticos), es buscar que se den equilibrios comerciales entre los países ricos y pobres; al tiempo que se orienta a los gobernantes en estrategias comunes para denunciar en los escenarios mundiales la desigualdad comercial, y la necesidad de trabajar por un desarrollo sostenible en razón del nuevo panorama que implica el calentamiento global, como un hecho inesperado y preocupante.
La crisis viene, y sería de buen recibo (necesario y agradable), que nuestro gobierno local y nacional se desprendiera de algunos dividendos para hacer publicidad con el objeto de orientar a la gente en asuntos de ahorro, manejo de recursos naturales, cuidado del medio ambiente, y la conservación de aquellas cosas que en apariencia son gratuitas, pero que en realidad son bienes públicos que cuestan dinero, y todos tenemos que cuidar.

domingo, 1 de febrero de 2009

EL extraño caso del Dr. Danilo y los profes de Unicauca


por: Marco Antonio Valencia Calle


Que el Dr. Danilo Vivas quiera volver a ser rector de la Universidad del Cauca por cuarta vez… (¡) no causa asombro, está en su derecho y la ley lo permite. El tipo es humano y pueda que tenga entre sus demonios la ambición (o la debilidad del sacrificio para el bien de todos). Y estoy seguro que podrá volver a ganar las elecciones internas, pues conoce bien las trapisondas para sostenerse en el poder, ha demostrado tener caparazón del armadillo para aguantar y salir airoso a pesar del sol a sus espaldas, anda políticamente bien amangualado, es obediente a los intereses de los politiqueros, tiene sus brujos de turno que le limpian los caminos, es un líder carismático, polifacético, pragmático, prometedor, trabajador… (como se tiene que ser).
Pero lo que me indigna, lo que me causa estupor, vergüenza ajena y verdadera lástima… es que entre todos los 883 profesores de la Universidad del Cauca no haya un líder (¡uno solo!) con aspiraciones de rector, y que de manera sería se presente como candidato contendor del Dr. Danilo. Que desilusión esa falta de aspiraciones de los profesores dizque de la universidad más prestigiosa del sur occidente colombiano, que desdicha esa falta de líderes, que tristeza esa ausencia de personajes de talla… y entonces, se habla de reciclar ex rectores, o poner candidatos payasos como por no dejar, y hasta se agita la bandera mesiánica de: “si no es Danilo, ¿entonces quién?”
¡Uf!, ¿Qué puede uno esperar de una universidad con 182 años de historia incapaz de formar siquiera un líder en los últimos 20 años para dirigirse a sí misma? Peor aún, ¿qué puede esperarse de los profesores de una U, que además de conocimiento deberían formar prohombres para dirigir las empresas del país dando ejemplo? ¡No, no no no!


Y lo peor, es que en el ambiente universitario muchos rumoran y hablan en voz baja de todas las posibles obscenidades politiqueras que representa una nueva reelección del Dr. Danilo Vivas. Pero claro, es que son opositores de corrillo o pasquineros que cumplen la inane labor de criticar por criticar, sin dar cara. Vacas sagradas de la burocracia que se le esconden al compromiso de denunciar, viven del “nomeimportismo” y les falta madera para liderar cambios.


Este silencio, esta falta de candidatos serios y capaces da miedo. Y pueda que el libro de gestión que reparte por estos días el Dr. Danilo tenga bonitas fotos, y haya que felicitarlo porque demuestra en el papel que durante su administración se trabajó con seriedad y de manera responsable, pero hay que decir que se rajó en el tema crucial de la formación de líderes, y solo por eso, solamente por eso, Mr. Danilo… no debería usted repetir.

lunes, 26 de enero de 2009

¿A clase otra vez?

por Marco Antonio Valencia Calle

Esta semana los docentes se reúnen para organizar un nuevo año escolar. En ellas se darán las recomendaciones necesarias para los cambios organizacionales de cada institución, que permitirán tener la educación que nuestros niños y jóvenes se merecen frente a los nuevos retos climáticos, económicos y sociológicos que estamos viviendo.
Se trata en lo básico, de formar estudiantes capaces de leer comprensivamente distintos tipos de códigos, escribir correctamente textos creativos y comunicativos, así como fomentar la capacidad de razonar y usar con competencias las diversas modalidades del pensamiento.
A pesar de las dificultades en todos los aspectos (logística, personal, recursos), los directivos y docentes de todos los colegios tienen que hacer esfuerzos para motivar la investigación en el aula, usar las nuevas tecnologías para el desarrollo de sus temáticas, fortalecer el aprendizaje de otros idiomas, generar ciencias y cultura en todos los sentidos, propiciar el deporte, y escribir las cartas de navegación de su institución acordes con los tiempos, y las necesidades de la gente.
Nuestros estudiantes son creativos y viven llenos de energía, por lo tanto, el compromiso de un maestro debe ser encontrar la forma de canalizar esa creatividad y energía para el fomento de actividades positivas, al punto que le permita a los chicos pensar en ser ciudadanos con metas reales, trabajos legales, y tener espíritu de servicio.
No se concibe un colegio del siglo XXI sin un plan sólido y agresivo para “El desarrollo humano y ético” de sus estudiantes. Un proyecto educativo transversal donde involucre todos los estamentos de la institución para combatir los desafíos y telarañas del mal, como la drogadicción, el analfabetismo, el dinero fácil, las modas dañinas, los engaños de la guerra, las pandillas, el sexo indecoroso, la incultura, la violencia familiar, el daño a los bienes públicos, el irrespeto al cuerpo, el sedentarismo, la inconsciencia ambiental…
Sabemos que los profesores son seres humanos, con recursos salariales limitados, y muchos laboran en lugares difíciles, pero no por eso deben olvidar el compromiso ético y social con la gente y con la patria. De su trabajo depende la formación científica y moral de un país. Cada palabra suya, puede cambiar el destino y la forma de pensar de un niño, y por lo tanto, los maestros tienen que ser gente de mostrar, gente que cultiva el intelecto y las buenas costumbres.
Cualquiera pude enseñar algo, pero solo los maestros saben de pedagogía y por eso tienen un valor social irremplazable. Bienvenidos entonces, señores profesores al desafío de organizar un plan de trabajo que permita la formación de los niños y jóvenes que nos llevaran a la paz que tanto necesitamos, de los niños que nos darán las respuestas y soluciones a los problemas de la vida moderna que hoy ya tenemos.

lunes, 12 de enero de 2009

¡QUE PEREZA!

POR: Marco Antonio Valencia Calle

Que pereza volver al trabajo después de tantas delicias, de tantas vacaciones. Que pereza tener que cubrirse el rostro de la felicidad para ponerse las caretas del combate frente a la grosería de los necios. Que pereza ser otra vez lo que dejé de ser hace unos días: un funcionario gris de uniforme gris de vida gris de pensamientos grises e hipocresías tontas. Que pereza volver a bordar cotidianidades en medio de la inseguridad de este pueblo de calles blancas por donde rondan niños con baleros y vicios humeantes. Que pereza volver a escuchar las promesas con rostros de mentira en este paraíso de pulgas, en este infierno chiquito, en esta laguna de peces tontos. Que pereza volver a encontrarse en el mercado de los chismes a la intriga con faldas y a esos comentarios callejeros para hacer sopa con la honra de los necios. Que pereza tener que toparse con esos encantadores de sapos y serpientes que comercian con las necesidades de la gente y de los otros. Que pereza regresar para tener que armarle promesas, pasiones, intrigas y amores a los jefes, patrones, clientes y meretrices de ocasión. Que pereza volver a escuchar los lamentos de tanto pobrecito enredado en las ganzúas de sus propios problemas. Que pereza llegar al trabajo después de unas vacaciones largas, victoriosas, regocijantes, crujientes, dulces, alicoradas, desconectadas, vibrantes, musicales, poéticas, opíparas, libidinosas, amorosas, regodeantes, fáciles, felices, cómodas, hogareñas, tranquilas... Que pereza volver al collage de los afanes de la calle, al nudo gordiano de las deudas, al florecimiento milagroso de las pesadillas que nos provocan los maricas de turno. Que pereza tener que volver a pintarle pajaritos en el cuaderno a la profesora del colegio. Que pereza, si, tener que volver a madrugar para sacar los cariños hipócritas, los afectos políticos, las heridas familiares en los pasillos de la vida. Que pereza volver a leer en la prensa que hay otro muerto en la esquina de mi casa, y otro en la cuadra del barrio, y otro en la avenida de mi ciudad porque la autoridad anda besándole los pies a la reina popular en el circo acuífero de los bellacos. Que pereza ver otra vez con mis ojos de envidioso este sol alumbrando el hambre ardiente de esos que se besan en la calle sin miedos ni vergüenzas. Que pereza volver a la vida normal y tener que darle gracias a Dios por eso; pero así es la vida. Hay que volver, hay que volver, hay que volver. ¡Imposible, todavía no puedo despertar! No quiero despertar. Hay que despertar. Hay que despertar…

lunes, 5 de enero de 2009

Cartas desde el corazón

Como todos los años se reunieron los miembros de la familia alrededor de un plato de comida y un brindis. La abuela dejó saber que sus secretos culinarios saben cada día mejor. Se comenzó hablando de aquellos que ya murieron, al principio con nostalgia, pero luego salieron las anécdotas y todos rieron con las vainas y vivencias del muerto.

Los que venían de afuera de la ciudad querían saber sobre los últimos acontecimientos familiares y gente del pueblo, los que viven en el pueblo todavía, y se quedaran allí para siempre, con el legado de salvaguardar el nombre y la casa de la familia, estaban que se hablaban de felicidad y la boca les sabía a chisme fresco.

Apareció la tía que hizo orar a todos, y la abuela que nos empujó a misa. El primo aburridor que quería emborrachar a media humanidad a como diera lugar, el familiar lejano que armó problema por algún resentimiento del pasado. La prima enamorada que no paró de llorar porque el novio estaba lejos. No faltaron tampoco los que estando con toda la familia la dejaron de lado para dedicarse a hablar y hablar por celular con sus amigos distantes, y los que chatearon a plena media noche con afectos y parientes de ultramar. Y los niños que entre risas y juegos se divirtieron como enanos, felices todo el tiempo, todas las vacaciones, todo el fin de año y principio del otro.

Hubo familiares que llegaron con regalitos para todos. Se mostró admiración por el pesebre, el carro nuevo, el progreso o la ruina de tal o cual personaje. Se evocó a los seres queridos que han viajado al exterior y están viviendo otras historias. Se nombraron enfermedades hereditarias como si fueran medallas en exposición. Se recordaron juegos de otros tiempos, de las costumbres navideñas que los niños de ahora desconocen, y hasta se animó a los tristes por falta de trabajo, a los enfermos y deprimidos con la esperanza de año nuevo, vida nueva. En varias casas hubo baile, en otras se hizo paseo de olla al río más cercano, y algunos se fueron a pasarla bien a la finca o centros de diversión con abundante comida, trago y parranda ilimitada. Se habló de llevar a la abuela a un ancianato, de los bebes que han engrandecido la familia, de una colecta de dinero para el tratamiento quirúrgico de un tío, se visitó a la pariente pobre y se le llevó ropita usada para sus hijos, se durmió a pierna suelta hasta el medio día, se soñó con la prosperidad por efectos del cambio de año. Se gastó dinero desproporcionadamente, engordamos más de la cuenta. Se habló de Uribe, de las anécdotas que compramos con el dinero de las pirámides, de las próximas elecciones, del deportivo América campeón, de los refuerzos para nuestro equipo del alma. Hubo enamoramientos, encuentros, despedidas, enfrentamientos, disgustos, abrazos, besos, lágrimas. Hubo sancocho para todos, se comió marrano, pavo, gallina y hasta platillos extraños en la mesa. Se visitó la finca, a los amigos queridos, se leyó alguna cosa, se vio televisión, se escuchó la música de moda, se participó en carrozas, desfiles de carnavales, en cabalgatas, se jugó con harina, se gritó y reímos … y sentimos a la familia aquí, en el corazón, en el afecto y las entrañas. Todas estas cosas fueron buenas mientras duraron, y es el alimento que hoy tenemos para arrancar un año nuevo.

Tal vez todavía tengamos pereza, guayabo y ganas de seguir en vacaciones, de parranda y con la familia. Pero no, ahora tenemos el desafío de iniciar a trabajar para mejorar nuestras vidas y cambiar el mundo, de hacer cosas buenas para dejarles a nuestros hijos un país mejor. Entonces, a encarar los acontecimientos, a inspirarnos para hacer realidad los deseos de prosperidad que nos dieron entre abrazos y besos, la familia y nuestros amigos. Que la felicidad sea el camino, y la meta final de cada día.