martes, 18 de marzo de 2008

LAS VACAS SAGRADAS ( II )

POR: MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE

Nadie puede negar que hay vaquitas sagradas buenas gentes, responsables y hasta agradables que ejercen liderazgo positivo, pero la mayoría son inmamables y temibles.

Las vacas sagradas negativas se creen la mamá de todos los pollitos. Se las dan de importantes y creen que son intocables hasta de la mano de Dios, pero se les olvida un proverbio que ya les tiene señalado el destino: a todo cochino (marrano) le llega su día de San Valentín.
Las vacas sagradas, además de tener ego de insoportables creen que tienen privilegios incuestionables, y se las dan de superimportantes e imprescindibles en sus nichos sociales. Creen que nadie les puede cuestionar, asesorar, recomendar y mucho menos despedir por fijar sus patas de animal en alguna embarrada. Meten la cucharada o el hocico en todo, intimidan a todos incluyendo a los jefes, y ante su presencia muchos bajan la cerviz, no por respeto sino para evitarlo.

Una vaca sagrada es siempre un problema, es difícil motivarlos para capacitarse e invitarlos a realizar cambios para brindar mejores servicios porque ni siquiera lo intentan. Pero dicen que de las vacas sagradas se hacen las mejores hamburguesas, entonces, frente a la tozudez bobina de estos animales hay hacerles entender que si bien todos somos importantes, nadie es imprescindible, y para ello se tienen armas como la jubilación, la indemnización, los trasladarlos, el despido o el desprecio.

Bueno, despedir una vaca sagrada del trabajo no es tan fácil como hacer hamburguesas. Generalmente estas alimañas sociales suelen tener en el bolsillo muy buenas relaciones sociales y políticas que los sostiene en el poder como infiltrados, de allí su seguridad y vanagloria. A veces tienen platica heredada, y otras algún título nobiliario cuando no uno académico que los avale como “doptores de la santa madre iglesia”. Una vaca sagrada en un colegio o universidad es más dañina que un terremoto: sus proyectos de vida están encaminadas a impedir que surjan nuevas investigaciones, se creen los únicos inteligentes, capaces e importantes, y por ello todo alrededor de ellos se estanca, y si por casualidad surge algo notorio debe llevar su firma, ganando indulgencias muchas veces con camándula ajena.

Cuando la vaca sagrada es el jefe, la cosa se complica porque usualmente su palabra es única y venerable, sus ideas son leyes universales y no se les puede contradecir. Su voz no pide favores sino que grita órdenes, y sus órdenes son incuestionables, y por tanto, la salud mental de todos sus subalternos se pone en riesgo.

Pero encontrarse una vaca sagrada con “fiebre de vaca loca”, es el acabose. Las vacas locas se dan contra las paredes, babean con ojos de violador sexual, se despachan con diarreas imparables y se le tiran a todo el mundo encima. Ojala a usted, amigo lector, no le toque convivir con “una tragedia” de éstas. De todas maneras pregúntese ¿Hay en su lugar de trabajo vacas sagradas? ¿Es usted una vaca sagrada positiva o negativa?

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