LAS TRES PU(N)TILLAS
MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE
Por estos días las tres puntillas para unos, y putillas
para otros, son: paz, Farc y odio.
De la “paz” podríamos decir que es la más buscada,
pero al mismo tiempo la más difícil y misteriosa. En Colombia ningún ser vivo
la ha visto a los ojos, pero la mayoría se la ha pasado por la faja y por la
boca. Y aunque todos se creen con derecho a tenerla, pocos se la merecen. Y es
medio esquiva porque la pobrecilla ha sido abusada, una y otra vez por
culebreros, politólogos y charlatanes desde chiquita. Es una palabra tan
desprestigiada que decir “paz” ya no
significa nada, ni siquiera esperanza, y eso que una esperanza no se le niega a
nadie. Todos hablan de ella sin conocerla y le inventan cuanto proceso de paz
se les ocurre. Pocos imaginan que “la paz” es la madre reina de nuestro
progreso, y ese, es el secreto mejor guardado en la historia colombiana.
De la “Farc”, hay que decir que según los
medios de comunicación, y vaya uno a saber si los medios dicen la verdad, es un
monstruo asqueroso de siete cabezas que miente, mata, secuestra, viola, cultiva
y vende drogas, es terrorista y nos quiere matar a todos porque sí. Lo cierto,
es que para la prensa y los políticos, la Farc es la culpable de todo lo malo
que ha pasado en este país. Por lo tanto, de las tres putillas, siendo la más
descarada, explosiva y juguetona, no deja de ser la más fea, y cualquier trato
con ella puede desencadenar en sifilíticas circunstancias. A mí, que me gusta
jugar al abogado del diablo, quisiera creer en su palabra cuando dicen ya no
tener secuestrados y que nunca han sido mafiosos. Creer por el principio de la
buena fe y porque a la gente hay que creerle; y porque todo el mundo sabe que
para negociar en un eventual proceso de paz, la verdad es esencial.
La tercera putilla, se llama “odio”. Y es la
más peligrosa de todas. Muchos colombianos por esos asuntos de la ignorancia,
la falta de educación y porque la escuela nunca ha trabajado el tema, tienen el
corazón podrido de odios y deseos de venganza. Odios inducidos por la televisión
o líderes políticos. Odios generados por una malformación congénita, culpa de
50 años de guerra.
Por ello pienso, que para un verdadero proceso
de “paz” con la guerrilla de la “Farc”, hay que resolver el problema del “odio”.
Y eso, se hace desde la escuela. Para que la paz se cierta y duradera, la
escuela tiene la palabra. Para alcanzar la paz, hay que curar primero el
corazón de los colombianos. El proceso debe iniciar con la educación y
preparación del pueblo colombiano. De lo contrario, nada veremos.
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