sábado, 20 de agosto de 2011

LA MENTIRA

Los judíos dicen que una verdad a medias es una mentira completa. Pero entre nosotros, los latinos, una buena disculpa para no mentir es no decir toda la verdad, o mejor, nos disculpamos con el cuento: “dije la verdad, pero me entendieron mal”.
Los mentirosos innatos, los mentirosos profesionales, son creativos (las mentiras más inverosímiles en sus bocas son creíbles), inteligentes (sacan mentiras a cualquier hora, lugar y motivo), de excelente memoria (nunca olvidan la bola de nieve de sus mentiras), son serios (se creen sus propias mentiras), son persistentes (no abandonan su vocación), son artistas (minuciosos y hasta piden derechos de autor), son dignos (no toleran que se les diga “mentirosos”), son irreverentes y perversos (juran sin miedo).
Los africanos dicen que una mentira puede matar mil verdades, y es cierto, porque el mentiroso con alevosía se esmera y trabaja a fondo para combatir las verdades naturales.
Pero sin duda, al mentiroso que más le debemos temer, es al que habita en nosotros mismos. Leonardo Da Vinci decía que “nada nos engaña tanto como nuestro propio juicio”, porque como humanos tenemos puntos de vista limitados, subjetivos, y todo el tiempo estamos en la tentación de creer que somos los únicos en tener la razón. O a veces, sin ser bellacos minimizamos nuestro comportamiento con una risita de niño auto-mintiéndonos: “eso no es nada, es solo una mentirilla piadosa, es un mentirita blanca, es una mentirita inocente”… y queremos creer que no pasa nada.
Pero lo peor, hay que decirlo, hay personas a las que les gusta que les mientan como en la canción de Kevin Johansen, esa que dice: “¿Quieres que te diga lo que quieres escuchar o vas a escuchar lo que quiero decir?”, y se dedican a hacer preguntas necias sabiendo el sartal de mentiras que se les viene con la respuesta.

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