lunes, 7 de abril de 2008

LADRONES

por: MARCO ANTONIO VALENCIA
valenciacalle@yahoo.com

El Diccionario del Diablo, de Ambrose Bierce, cuenta que una noche alguien le solicitó a Voltaire que narrara una historia sobre ladrones, y el francés, figura clave de la ilustración, dijo: “Hubo una vez un Recaudador General de impuestos…” y se calló. - ¿y qué pasó?, le replicaron-; y el autor de “El tratado sobre la Tolerancia”, simplemente dijo: “Ese es el cuento”.

Los ladrones para apoderarse de lo ajeno usan artilugios, mañas varias y hasta la violencia. Y cualquiera a nuestro alrededor puede serlo. ¿Si en las universidades (claustros de la ética, el saber y la civilización) se roban las ideas entre científicos y humanistas, que podemos esperar de gente menos ilustrada y más hambrienta?

Hay ladronzuelos de tierras y monedas, pero también los hay de cosas importantes como los pensamientos, las historias, el corazón y hasta del alma. Los peores son aquellos capaces de robar el trabajo artístico e intelectual de otros, ladrones que no temen quedar en ridículo público por su ignorancia manilarga.

Los ladrones ya no solo roban en los supermercados, arrebatan carteras en las calles, se jalan el dinero de los cajeros automáticos, meten mano en los bolsillos ajenos, hurtan las claves de los correos electrónicos, las recetas culinarias, los secretos profesionales, si no que también son capaces de robarse los amores, los afectos, los amigos… y hasta el tiempo, como lo decía Platón.
El descredito de los políticos esta jurado por el uso de frases como “dentro del Estado el que no tranza no avanza”, el “como voy yo” (ce.ve.ye), “el miti-miti” y otras fórmulas de ladrones. Pero sin duda, es triste escucharle a gente educada y servidora del Estado “que es inocente de robo hasta que se le pruebe lo contrario”; y que la justicia hable de “ladrones de cuello blanco”, cuando el que se apropia de lo ajeno debería ser llamado “ladrón”, sin más eufemismos.

Como sociedad debemos revisar nuestra moral. Robar no puede ser una costumbre nacional. Es Jesús y no Judas el hombre a seguir. Descartes en El Discurso del Método proclamó la necesidad de fundamentar la claridad de nuestro pensar para no contradecirnos. No robar debe ser una actitud personal y la voluntad de todo un pueblo. Hay que dejarse de pretextos. Ser pobre no implica ser ladrón, y robando no se deja de ser pobre (aunque “algunos” pobres políticos intenten demostrar lo contrario).

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