domingo, 2 de diciembre de 2012

HINCHAS


GRACIAS A DIOS… EL DIABLO PERDIÓ
MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE
El sábado anterior, en muchos lugares del país, de un momento a otro, los comerciantes comenzaron a cerrar locales a pesar de ser un excelente día para vender. Los taxistas precavidos guardaron sus carros, en las estaciones de policía los agentes corrían prestos a enfrentar una guerra, y en los hospitales se activaron las alarmas anunciando una posible emergencia. Había miedo en el ambiente.
En estancos y sitios públicos de ocio, muchas personas se reunían alrededor de un televisor. Vestían camisetas rojas, algunos tenían banderas. No todos, pero sí muchos, tomaban licor y otros, no todos aclaro, fumaban mariguana. Los dedicados a las ventas de licores y alucinógenos hicieron su agosto, estaban felices, patrocinaban la fiesta.
Se trataba de un partido de fútbol, y el miedo ciudadano se debía por los desordenes y desmanes que algunos hinchas suelen protagonizar después de los partidos para celebrar. El miedo de muchos era que el equipo rojo ganara (que merece ganar, claro). Pero lo malo, es que si ganaban las calles se iban a llenar de sangre por culpa de los alcoholizados infringiendo normas de tránsito y de convivencia ciudadana. Los hinchas de otros equipos iban a ser agredidos, se presentarían daños a bienes públicos y privados, peleas, insultos, heridos, muertos, violaciones. El fanatismo del fútbol puede llegar a ser cosa horrible, peligrosa, sangrante…
Ser hincha o seguidor de un equipo es una cosa hasta buena, necesaria y divertida; pero ser un fanático o un hooligan, es casi ser un vándalo, un ser peligroso. Los fanáticos utilizan el fútbol como pretexto para hacer daños, y junto a sus pandillas organizar escándalos y generar problemas sociales: antes, durante y después de cada partido, sin considerar los daños ocasionados a los demás.
Los hooligan buscan excitarse con el fútbol y en la busca de divertirse atropellan a todo el mundo. Les da risa y les parece una recocha el dolor ajeno. Nadie está en contra de la diversión que desean y tienen derecho los hinchas, pero no por encima del respeto y la dignidad de los demás. Eso es inaceptable.
Que un hincha tenga rituales como himnos, cantos, aplausos rítmicos, salté, grite, y persiga a su equipo por todos los estadios del país, está bien.  Que use símbolos como bufandas, camisetas y gorras, entre otras, con el nombre de su equipo es hasta bonito. Todo eso genera conexiones espirituales, emocionales y cerebrales con su equipo, y seguro tal actitud le permite desestresarse, paliar su soledad, creer en algo, tener amigos.
Pero, no es posible que para que un hincha se excite tenga que usar armas, drogas y alcohol, tener violencia, y agredir a los contrarios. Y si ganan, tengan que hacérselo saber a todos apuñalando gente y dañando todo lo que encuentran por su paso. Para eso no se hizo el fútbol. Así pierde su esencia social y deportiva.
Y solo por evitar esa violencia sucia y dañina fue mejor que los rojos no ganaran. Es preferible tener un puñado de niños tristes en casa, que una sociedad lamentando muertos y daños al bien ajeno. 

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