domingo, 27 de julio de 2008

HABLAR MAL DEL ALCALDE

MARCO ANTONIO VALENCIA
valenciacalle@yahoo.com

Para trabajar en una alcaldía o gobernación, la condición más importante debe ser la de lealtad a toda prueba con la labor pública, con sus jefes inmediatos, pero sobre todo, con los mandatarios elegidos por elección popular, porque ellos son quienes los han llamado para depositarles su confianza.

Por eso, es triste ver como los propios funcionarios de la alcaldía y de la gobernación, denigran y ridiculizan a los mandatarios, o se burlan de sus decisiones, de su política, de sus dignidades, de sus personas. Desconcierta ver como, sin disimulo, sin vergüenza, sin pelos en la lengua, a boca abierta, sin esconderse, en público y en reserva, hablan mal de su alcalde y de su gobernador… y a fin de mes, van a cobrar el sueldo.

Para trabajar en una empresa cualquiera, hay que ponerse la camiseta de la misión y la visión que se tiene, y para ello se necesita lealtad. No es posible que cada funcionario se exprese con un lenguaje individual, que cada trabajador sea rueda suelta en su actuar, que tenga dudas de sus superiores, que obedezca a directorios políticos, que tenga jefes paralelos, o que ande en intrigas palaciegas, sin pensar en las consecuencias de sus palabras y el daño que hacen sus maromas de burócratas de tercera. De estos traidores, es la culpa del desgaste, los desaciertos y los desastres públicos en una administración.

Hablar mal de los políticos, de las administraciones, de las decisiones que se toman, es tierra común en la sociedad que vivimos, desgraciadamente. Pero esa no debe ser el perfil del funcionario público. Al contrario, todos ellos deberían trabajar para defender lo que encarnan, para que reine la credibilidad, el decoro, y el buen nombre del equipo de gobierno al que pertenecen, y si algo anda mal, su primer deber es comentarlo y hacerlo saber de manera urgente al interior, porque “la ropa sucia se lava en casa”.

Es cierto que todos tenemos derecho a disentir, de pensar distinto, de cuestionar, de criticar… pero hacerlo con el ánimo de desacreditar en vez de evidenciar para solucionar, es una actitud canalla. Criticar o despreciar la empresa donde trabajo sin aportar soluciones o renunciar a ella, es de pusilánimes.
Por sencillo que sea el cargo, los burócratas tienen el deber de ser honestos y leales con los mandatarios públicos. Su actuar es clave para construir credibilidad, identidad y esperanza en los ciudadanos. ¡Afuera los hipócritas!

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