lunes, 20 de diciembre de 2010

EL CHISME

Se cuenta con picardía, se recibe con una exclamación y los ojos abiertos. Se adereza con expresiones: “quién se lo iba a imaginar”, “que tal”, “se lo tenían bien guardado” (…) Llega a oídos de gente que los protagonistas desconocen, no importa: los chismes, corren, vuelan, no pagan pasajes, ni peajes, no tienen horarios, se riegan, es gratis, divierte, es un regalo social, hace amigos, genera confianza: “a ti te cuento, porque sé que no se lo vas a contar a nadie”, “te cuento, pero no me vas hacer quedar mal”.
“Aquí entre nos”, un secreto que se convierte en chisme se vuelve historia con vida propia, corre de boca en boca, atraviesa paredes, oficinas, casas, calles, no pide permiso; se confunde por ahí, entre las minifaldas y el tinto; se retuerce por ser contado, por volverse a contar y divertir. Sirve para intrigar, para iniciar una conversación, para tener la disculpa de una llamada, un Chat, un e-mail, para acompañar una cena donde no hay nada que decir.
El chisme hace gárgaras en la vida de más de uno. Se retroalimenta con otras historias, hincha lenguas, se distorsiona y se disecciona en la mesa de muchos, se degusta en el paladar del viperino. Los bocones se nutren. Los metiches soban sus manos…
El chisme se vuelve noticia, crónica social, tema de cóctel, materia de discusión, se reinventa en los cafés, de él se hace chiste en los billares y en el parque, se vuelve hazaña, mito, leyenda, historia urbana, caricatura, asunto de opinión, editoriales y discusiones…
Pero el chisme también sirve para mancillar famas, acabar reputaciones; para malograr amores, para dañar al otro, para exorcizar envidias, para demostrar lo mala gente que somos, lo burleteros que podemos llegar a ser, lo peor de notros mismos…

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