por Marco Antonio Valencia Calle
Hace un par de semanas me bajaron a sombrerazos de un escenario por referirme a la edad de las personas. Resulta que, por razones de formación personal en colegios y universidades públicas con dos postgrados en Europa, por educación con papá y mamá en convivencia con mis abuelitos nonagenarios que nunca niegan la edad, y con una personalidad libre de hipocresías; nunca, pero nunca, me ha parecido que cumplir años, envejecer, llegar a la tercera edad, tener arrugas o canas, y todas esas cosas que le pasan a uno por el paso de los años sean un delito, o en el peor de los casos una vergüenza a esconder. En mi familia hablar de cuántos años tenemos no es motivo de traumas, enojos o miedos contenidos, como si le ocurre a algunas viejas amistades que tengo. Es más, hasta me parece rico escuchar en el lenguaje cotidiano y cariñoso de las urbes decir “esa vieja” por “esa mujer”. Pero bueno, todos no pensamos así y pocos tienen la oportunidad de una educación libre de ataduras mentales y vanidades obtusas.
Les sigo contando: estaba en el atril, leyendo un decreto de reconocimiento “a personas que a pesar de tener más de sesenta años siguen laborando con honores”. ¡Y allí fue Troya! Cuando dije las palabras “sesenta años” el auditorio, al unísono comenzó a reírse, y en mi ingenuidad pensé que se me había caído la peluca, o que a Horacio Dorado –que nunca supe porque estaba allí, pero le consta lo que digo-, se le había caído la caja de dientes ¡pero no! Se reían porque dije “personas de más de sesenta años”. Decir eso fue un chiste el cual todavía no entiendo y por más esfuerzo que hago no me produce risa… y por eso que ahora ando detrás de Mockus a ver si con sus lógicas ilógicas me lo explica con plastilina, no vayan a creer otra cosa. Pero el asunto no paró allí, enseguida como por arte de “las fuerzas de seguridad de las apariencias” (nada que ver con las fuerzas de la seguridad democrática), me saltaron un par gendarmes de la belleza y la juventud, y me bajaron del escenario con el mayor de los irrespetos por un hombre viejo como yo, que ya tiene canas hasta el bastón de las ganas.
Una vieja amiga muy querida ella, dueña de una cooperativa, un poco salida de tono, me gritaba cosas que me repican en el oído a pesar de los días, y que nunca entendí por la risa de los otros, pero supongo que me decía “ignorante, a la gente no se le recuerda la edad, es de mala educación hablar de la edad, y esas cosas”. Ahora en casa, he consultado al Dr. Google y me dice que en las normas de urbanidad y protocolo hablar de la edad no es malo, ni pecado, ni delito en ningún país del mundo. Pero como un sabio ciego que se las sabe todas, el Dr. Google me recuerda que la vanidad no tiene límites, y por vanidad no se menciona la edad. Incluso me recuerda, para mi tranquilidad, que si por la vanidad la gente es capaz de ir a un cirujano plástico para quitarse las arrugas, ¿qué no son capaces de hacer para acallar a los que mencionan el pasar de los años?
Con los años que tengo, estas anécdotas me producen risa. Uno llega a una edad que está por encima de las taras sociales dice Horacio. Y como buen viejo, después de la impotencia, el mal aliento y la tensión alta que me abordan, solo me queda reírme de las anécdotas que viví, y de la vanidad de mis viejos amigos que no van donde el cardiólogo sino donde los cirujanos plásticos y los peluqueros a ver cómo pueden plancharse y lavarse las arrugas.
NOTA: En tiempos de crisis personal y política, mi solidaridad, afecto y lealtad al Dr. Guillermo Alberto González Mosquera, Gobernador del departamento del Cauca.
1 comentario:
Ahi algo que yo quiero resaltar y que puse reflexionar gracias a Marco Antonio y es que conociendo el pasado podemos apreder de los errores y cambiar la historia del pais, basandonos en el fortalecimiento de los valores y sobretodo en la solución de situaciones problemicas y ahi es donde las personas longebas pueden jugar un papel muy importante pues desde sus experiencias pueden brindarnos conocimientos suficientes para crear en las personas un sentimiento de reflexión y cambio.. gracias Marco Antonio
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