por Marco Antonio Valencia Calle
Esta semana los docentes se reúnen para organizar un nuevo año escolar. En ellas se darán las recomendaciones necesarias para los cambios organizacionales de cada institución, que permitirán tener la educación que nuestros niños y jóvenes se merecen frente a los nuevos retos climáticos, económicos y sociológicos que estamos viviendo.
Se trata en lo básico, de formar estudiantes capaces de leer comprensivamente distintos tipos de códigos, escribir correctamente textos creativos y comunicativos, así como fomentar la capacidad de razonar y usar con competencias las diversas modalidades del pensamiento.
A pesar de las dificultades en todos los aspectos (logística, personal, recursos), los directivos y docentes de todos los colegios tienen que hacer esfuerzos para motivar la investigación en el aula, usar las nuevas tecnologías para el desarrollo de sus temáticas, fortalecer el aprendizaje de otros idiomas, generar ciencias y cultura en todos los sentidos, propiciar el deporte, y escribir las cartas de navegación de su institución acordes con los tiempos, y las necesidades de la gente.
Nuestros estudiantes son creativos y viven llenos de energía, por lo tanto, el compromiso de un maestro debe ser encontrar la forma de canalizar esa creatividad y energía para el fomento de actividades positivas, al punto que le permita a los chicos pensar en ser ciudadanos con metas reales, trabajos legales, y tener espíritu de servicio.
No se concibe un colegio del siglo XXI sin un plan sólido y agresivo para “El desarrollo humano y ético” de sus estudiantes. Un proyecto educativo transversal donde involucre todos los estamentos de la institución para combatir los desafíos y telarañas del mal, como la drogadicción, el analfabetismo, el dinero fácil, las modas dañinas, los engaños de la guerra, las pandillas, el sexo indecoroso, la incultura, la violencia familiar, el daño a los bienes públicos, el irrespeto al cuerpo, el sedentarismo, la inconsciencia ambiental…
Sabemos que los profesores son seres humanos, con recursos salariales limitados, y muchos laboran en lugares difíciles, pero no por eso deben olvidar el compromiso ético y social con la gente y con la patria. De su trabajo depende la formación científica y moral de un país. Cada palabra suya, puede cambiar el destino y la forma de pensar de un niño, y por lo tanto, los maestros tienen que ser gente de mostrar, gente que cultiva el intelecto y las buenas costumbres.
Cualquiera pude enseñar algo, pero solo los maestros saben de pedagogía y por eso tienen un valor social irremplazable. Bienvenidos entonces, señores profesores al desafío de organizar un plan de trabajo que permita la formación de los niños y jóvenes que nos llevaran a la paz que tanto necesitamos, de los niños que nos darán las respuestas y soluciones a los problemas de la vida moderna que hoy ya tenemos.
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