domingo, 27 de junio de 2010

EL SINDROME DE VIEJOS

por Marco Antonio Valencia Calle
Hace un par de semanas me bajaron a sombrerazos de un escenario por referirme a la edad de las personas. Resulta que, por razones de formación personal en colegios y universidades públicas con dos postgrados en Europa, por educación con papá y mamá en convivencia con mis abuelitos nonagenarios que nunca niegan la edad, y con una personalidad libre de hipocresías; nunca, pero nunca, me ha parecido que cumplir años, envejecer, llegar a la tercera edad, tener arrugas o canas, y todas esas cosas que le pasan a uno por el paso de los años sean un delito, o en el peor de los casos una vergüenza a esconder. En mi familia hablar de cuántos años tenemos no es motivo de traumas, enojos o miedos contenidos, como si le ocurre a algunas viejas amistades que tengo. Es más, hasta me parece rico escuchar en el lenguaje cotidiano y cariñoso de las urbes decir “esa vieja” por “esa mujer”. Pero bueno, todos no pensamos así y pocos tienen la oportunidad de una educación libre de ataduras mentales y vanidades obtusas.
Les sigo contando: estaba en el atril, leyendo un decreto de reconocimiento “a personas que a pesar de tener más de sesenta años siguen laborando con honores”. ¡Y allí fue Troya! Cuando dije las palabras “sesenta años” el auditorio, al unísono comenzó a reírse, y en mi ingenuidad pensé que se me había caído la peluca, o que a Horacio Dorado –que nunca supe porque estaba allí, pero le consta lo que digo-, se le había caído la caja de dientes ¡pero no! Se reían porque dije “personas de más de sesenta años”. Decir eso fue un chiste el cual todavía no entiendo y por más esfuerzo que hago no me produce risa… y por eso que ahora ando detrás de Mockus a ver si con sus lógicas ilógicas me lo explica con plastilina, no vayan a creer otra cosa. Pero el asunto no paró allí, enseguida como por arte de “las fuerzas de seguridad de las apariencias” (nada que ver con las fuerzas de la seguridad democrática), me saltaron un par gendarmes de la belleza y la juventud, y me bajaron del escenario con el mayor de los irrespetos por un hombre viejo como yo, que ya tiene canas hasta el bastón de las ganas.
Una vieja amiga muy querida ella, dueña de una cooperativa, un poco salida de tono, me gritaba cosas que me repican en el oído a pesar de los días, y que nunca entendí por la risa de los otros, pero supongo que me decía “ignorante, a la gente no se le recuerda la edad, es de mala educación hablar de la edad, y esas cosas”. Ahora en casa, he consultado al Dr. Google y me dice que en las normas de urbanidad y protocolo hablar de la edad no es malo, ni pecado, ni delito en ningún país del mundo. Pero como un sabio ciego que se las sabe todas, el Dr. Google me recuerda que la vanidad no tiene límites, y por vanidad no se menciona la edad. Incluso me recuerda, para mi tranquilidad, que si por la vanidad la gente es capaz de ir a un cirujano plástico para quitarse las arrugas, ¿qué no son capaces de hacer para acallar a los que mencionan el pasar de los años?
Con los años que tengo, estas anécdotas me producen risa. Uno llega a una edad que está por encima de las taras sociales dice Horacio. Y como buen viejo, después de la impotencia, el mal aliento y la tensión alta que me abordan, solo me queda reírme de las anécdotas que viví, y de la vanidad de mis viejos amigos que no van donde el cardiólogo sino donde los cirujanos plásticos y los peluqueros a ver cómo pueden plancharse y lavarse las arrugas.
NOTA: En tiempos de crisis personal y política, mi solidaridad, afecto y lealtad al Dr. Guillermo Alberto González Mosquera, Gobernador del departamento del Cauca.

EL ENTUSIASMO VIVIDO

por Marco Antonio Valencia Calle
La experiencia de coordinar los eventos del bicentenario en el departamento del Cauca ha sido grata y emocionante. Cada que tenemos la posibilidad de visitar uno de los 41 municipios para participar en un evento Bicentenario, vivir el entusiasmo y alegría de la gente por los temas de identidad, cultura e historia, nos erizan la piel y hacen vibrar el corazón.
A los caucanos nos gusta saber, hablar y reconocer aspectos fundamentales sobre nuestros antepasados; debatir y compartir las historias de la fundación de nuestros pueblos, abordar preguntas fundamentales sobre las gestas libradas en nuestro territorio y queremos conocer a los personajes que han hecho brillar el buen nombre “de la tierra” ante propios y extraños.
El entusiasmo por el bicentenario se nota cuando en las escuelas y colegios las paredes se llenan de carteleras, lábaros y pasacalles alusivas a los personajes, próceres y hechos que hacen parte de nuestro grito de la independencia hace 200 años; o cuando se realizan jornadas especiales para explicar la letra o repasar la entonación de los himnos del municipio, el departamento y por supuesto, el himno nacional.
El entusiasmo colectivo se vive cuando se cita a la gente para una conferencia, un reconocimiento o un evento cultural a nombre del Bicentenario de la Independencia de Colombia. Los auditorios se llenan, las emisoras y canales de televisión locales están pendientes de todos los detalles, las autoridades asisten con disposición, los pobladores llegan con sus mejores galas y con preguntas que hacen temblar a los conferencistas, y se arman debates acalorados que terminan en el parque, las aulas y los hogares, como si fueran asuntos de hoy. Cada discurso, cada conferencia de historia, es otro punto de vista de ver y revisar lo que sabemos. Y la gente en los pueblos no come entero: en cada pueblo se realizan aportes valiosos sobre asuntos no debatidos o no develados por la bibliografía oficial.
En los pueblos del Cauca sacar una bandera, cantar un himno, realizar una ofrenda, una misa o una marcha, es un hecho de orgullo patrio para todos. Presentar una exposición pictórica o una obra teatral, es un acto colectivo de estudio, crítica y reunión de familias enteras. Una jornada cultural de bailes, cine, cuentearía o teatro alrededor del bicentenario convoca gratamente. Los Comités Bicentenarios, organizado por los alcaldes, a largo del departamento hacen su tarea.
Quisiera nombrar todas las experiencias vividdas, pero por espacio, quiero destacar algunos: En Bolívar el auditorio se llenó de lágrimas cuando se presentó un libro sobre Domingo Belisario Gómez, el cura fundador de este municipio; en Silvia se nos llenó el corazón de orgullo cuando indígenas interpretaron el himno nacional en su lengua nativa, en Caldono almorzamos con alimentos que se cocían hace 200 años en una muestra gastronómica refinada y llena de historias orales; en Sotará se nos iluminó el corazón al ver a los niños y niñas de los colegios vestidos con atuendos propios de la época y disfrazados de Torres, Ulloa, Nariño, Santander y Bolívar entre otros, en torno a la recuperación del molino del Sabio Caldas en un evento sin precedentes; En el Tambo ya hay más de dos mil niños trabajando en dibujos y pinturas alusivas al tema del Bicentenario y hemos visitado ya dos colegios con jornadas de poesía. En Timbio se realizó un Encuentro Regional de escritores con 42 autores de 7 municipios que derrocharon versos ante más de 1300 estudiantes; En Caloto se inició la “Cátedra Caloto” alrededor de la figura mítica de Obando y la Academia de Historia ha sido notable en sus contribuciones históricas. En el barrio El Empedrado, de Popayán, más de sesenta personas entre pobladores y estudiantes universitarios pintaron un Mural colectivo de una cuadra en los exteriores del colegio Cristo Rey que nos llena de orgullo y felicidad patria (ver más en: www.bicentenariocauca.blogspot.com)
Y así, a la fecha hemos realizado más de 132 eventos, que por pequeños que sean, son loables e importantes para los propósitos de educación y cultura que tiene conmemorar y celebrar el bicentenario.
Ahora, todos los municipios se aprestan a celebrar la jornada del 20 de julio como debe ser, porque en el Cauca nos sentimos orgullos de lo que somos y vivimos, y estamos celebrando con emoción sentida el Bicentenario del grito de nuestra independencia.

EN LA MUERTE DE MI ABUELO

Marco Antonio Valencia Calle
El ángel de la Muerte visitó mi familia el pasado fin de semana. Vino por mi abuelo Germán Calle Giraldo, y aunque todos estábamos advertidos de su presencia merodeando su cama, no deja de ser un impacto estremecedor que uno de los nuestros fallezca, y la tristeza ha corrido como lluvia por los ojos de allegados y herederos.
Muere a los 90 años por voluntad propia, digo yo, pues hace 15 días dejó de comer y no hubo poder médico ni consejo humano que lo hiciera cambiar de opinión. Decía que desde joven, la muerte siempre lo miraba vigilante “pero no se atreve a tocarme porque en mi boca tengo el Salmo 91”. En su historia de trotamundos contaba que en 35 años de viajero cientos de veces peligró su vida en el sinnúmero de travesías que hizo por Colombia pero nunca le pasó nada grave. Él mismo se aterraba por los años vividos, y cuando los dolores del cuerpo y del alma le quemaban el pecho preguntaba por la muerte, nunca por un médico. Muchas veces le escuché decir que “El secreto para vivir mucho, es no tener miedo a morir y tener a la mano el Salmo 91”.
Pero su corazón de viajero no soportó quedarse enfermo en una cama, y comenzó a soñar con las emociones del Viaje Eterno, y sin preguntarle a nadie, tal vez sin él mismo darse cuenta, se preparó para la nueva aventura. Se volvió cristiano practicante, se leyó La Biblia completa varias veces como si fuera un manual para viajeros, y se encerró en su cuarto a orar y meditar de rodillas como un santo hasta que se sintió de espíritu liviano. Cuando salió de sus meditaciones, nos pidió perdón a todos por los abandonos y desaciertos, y sentado en la sala comenzó a vigilar el comportamiento de la familia como tratando de adivinar los horizontes y avatares de su descendencia, o quizá… atrapando recuerdos para su nuevo viaje.
Murió en casa, en su cama, rodeado de sus hijas, un enfermero y el Ángel de la buena Muerte mirando como el viejo le renovó su amor a mi abuela Carola, mientras le agradecía y le pedía perdón –una y otra vez-, por tantas equivocaciones...
El viejo comprendió, después de tanto viajar, de tantos malabares y hazañas por ríos y carreteras en búsqueda de Dorados y fabulas de ilusiones, que el único lugar donde vale la pena vivir es en el corazón del ser amado, en la tierra donde están los hijos, en el regazo de la familia.
Con la profunda ausencia que la muerte de un ser tan cercano nos deja, pienso en esta gran lección de amor y perdón que mis abuelos nos brindan.
“Germán y Carola”, después de 70 años de amores, 7 hijos, más de 20 nietos y una historia de incertidumbres, nos han enseñado que el amor “hasta que la muerte nos separe” es posible; que hay que luchar por el amor porque en el reino de los sentimientos nada es fácil; pero sobre todo, que hay que saber pedir perdón y perdonar a tiempo… antes que el Ángel de la Muerte ponga sus ojos sobre nosotros… y no todos vamos a tener la suerte de vivir 90 años, a menos que lo del Salmo 91 sea verdad, y al leerlo todos los días estemos fuera de todo mal y peligro.
Nota: Paz en tu tumba abuelo. Gracias en nombre de la familia Calle Martínez por el acompañamiento y mensajes de condolencia. Gracias al enfermero Ever Salamanca de la Fundación “Sabemos cuidar” por su esmerada asistencia.

LA PROSPERIDAD DEMOCRÁTICA (1)

Por Marco Antonio Valencia Calle

¿Será posible un país donde podamos confiar en la buena fe de los funcionarios, creer en nuestros dirigentes y tener actitud positiva frente al Estado? ¿Será posible que desde la prensa podamos ayudar a sembrar prosperidad democrática sin falsos positivos? ¿Será posible que los candidatos a corporaciones locales usen un lenguaje moderado y sin hecatombes verbales?
Elegido un nuevo presidente convendría para la sanidad espiritual de la patria realizar comentarios propositivos frente al futuro y al destino que nosotros mismos construimos. Y ojo, que no estoy abogando por una opinión de bolsillo, ni por autocensuras, ni pido ojos cerrados para las indelicadezas que corrompen la sal. Solo que estoy pensando que una actitud más sana a la hora de opinar podría contribuir a la construcción de prosperidad que Santos nos propone.
Los dirigentes políticos regionales y columnistas de prensa estamos acostumbrados a opinar desde las barricadas del escritorio con denuncias de presunción y ataques personalistas ¿Será mucho pedir que cambiemos el discurso en pro de una re-construcción moral del país y sus ciudadanos?
Tal vez la tarea difícil, pero deberíamos intentarlo. Tener una mirada positiva de los acontecimientos y sucesos políticos requiere un mayor esfuerzo intelectual, es cierto; pero un pueblo como el nuestro, que ha sufrido tanto, necesita confianza. ¿Acaso un presidente hablando de “prosperidad, seguridad y trabajo” no representa una oportunidad para comenzar a cambiar los ánimos generalizados?
Claro que hay que denunciar y criticar las equivocaciones de los mandatarios locales y nacionales, porque al fin y al cabo la política es de seres humanos donde el yerro, la experimentación, el riesgo, el olvido, la improvisación y la estupidez hacen parte de nuestra forma de ser y actuar… y la costumbre de hablar mal de los políticos subsiste, pero frente al anuncio de “la prosperidad” que hizo el nuevo presidente propongo discursear con argumentos y hacer periodismo sobre lo bueno que pasa, porque lo bueno también es importante, nos da orgullo y ganas de hacer patria.
La democracia da espacios para la crítica de plaza pública, la denuncia de micrófono y la prensa escrita, pero deberíamos sintonizarnos para ejercerla de manera propositiva por el bien del país. No se trata de cepillar al presidente y funcionarios de alcaldías y gobernaciones, no.
El llamado es a ganar espacios políticos y periodísticos para mirar lo bueno, aportar a la esperanza y al optimismo, sin menospreciar la validez y necesidad de la oposición crítica, reflexiva y deliberante; porque si algo nos quedó claro de las pasadas elecciones presidenciales es que la gente quiere y sueña con “esperanza, confianza y seguridad”, pero dichos postulados además de un presidente carismático y de nuevos gobernantes locales para su realización, requiere apoyo ciudadano; y tal vez, digo.. tal vez, quienes tenemos el uso de la palabra pública podamos contribuir a ello. ¿Será mucho pedir?

lunes, 21 de junio de 2010

SANTOS EL MAESTRO, MOCKUS EL APRENDIZ

POR Marco Antonio Valencia Calle
Las elecciones presidenciales nos dejan varias enseñanzas. Los días que Mockus dijo tener una enfermedad y nombró a su vicepresidente por ser un hombre académico, subió en las encuestas; pero así mismo, los días que metió la pata (¿metió la lengua?) en temas sensibles para el electorado, dilapidó los votos que finalmente le hicieron perder las elecciones.
Sobre las propuestas y el comportamiento de Mockus tenemos que decir que a la gente no le gustan los discursos donde se hable de “saltos al vacío”; al contrario, se necesita y se requiere gobernantes sensatos que nos den la sensación de estabilidad. No se puede salir a exponer programas de gobierno que nos hagan pensar que los avatares del país se resolverán con experimentos del día a día, como si la política fundamental orientada ya por nuestra constitución, fueran fiestas de pueblo donde se puede torear a la loca en corralejas improvisadas.
El viejo dicho de “por la boca muere el pez”, es la gran lección política que nos deja el candidato verde. Mockus se fue de lengua ninguneando el trabajo de los médicos, y eso causó horror, porque justamente el país en este momento tiene su peor crisis en el sector de la salud. Y lo que se espera, además de la total reforma a la Ley 100, es que los profesionales de la salud estén mejor remunerados para que presten un mejor servicio.
Colombia es un país de gente devota. El día que Mockus confesó su falta de creencia y de prácticas religiosas, perdió cientos de votos. La gente del común tiene como el eje de esperanzas a Dios para la solución de sus problemas frente a las desidias del sistema y la imperfección de la democracia… y un hombre que no cree en Dios, deja mucho que desear y produce una sensación de orfandad, porque de seguro no tiene ni piedad, ni miedos.
Mockus le apostó a los “primi-votantes”, o a los votos de los universitarios. Fórmula que ya había ensayado Fajardo sin éxito, y se comprobó una vez más que los sardinos no votan, que sus compromisos no son serios, que su bulla no pasa de las emociones pasajeras de cuatro pelagatos, porque la mayoría no tiene sentido de pertenencia, y el lema de sus vidas van por los caminos del “nomeimportismo y la aberración a lo gubernamental” como si el país no fuera de ellos. (Si la bulla política de los estudiantes fuera real, este país sería comunista hace rato por cuenta de la JUCO).
Los elementos para la fórmula ganadora fueron hacer hablar a Mockus más de la cuenta sobre temas claves para que se quemara solito; pero sobre todo, hacerle creer a él y sus asesores, que lo que se veía en internet a través de facebook, era una realidad y no una virtualidad.
A Santos, le valió pregonar la seguridad y estabilidad que hoy tenemos. Al común de la gente le da miedo el cambio y prefiere “viejo conocido que nuevo por conocer”. Esperemos pues, que llegué “la prosperidad democrática”, con una verdadera “oposición reflexiva” de parte de sus contradictores para ayudar a gobernar desde la crítica sana y con veeduría eficaz; pero eso sí, con garantías plenas en un Estado de Derecho inspirado en la Tercera Vía de Tony Blair, libro al que parece, tenemos que volver los ojos y comenzar a leer, para saber lo que nos espera.