sábado, 20 de octubre de 2007

“Todo valió mucho, y el resto mucho más”

Ha terminado una semana más de mi vida. Con ella me gasté un polvo, cincuenta mil pesos y dos horas hablando por teléfono. He defecado y orinado cada día sin falta lo inservible, he tenido dos disgustos por la estupidez ajena, he soltado cuatro risotadas por la gracia de mis amigos y he pasado una noche entera sin dormir diseñando el Blog para el Colegio Nacional de Periodistas. (www.cnpcauca.blospot.com) Ha terminado una semana más de mi existencia y seguro me queda una semana menos de vida. Una semana en la que no me han faltado los alimentos, el tintico en ayunas, la buena salud, las flores en la sala, la emoción de la telenovela, los chismecitos familiares, los besos de mi mujer, los corrillos con los compañeros del trabajo sobre las noticias de la tele, ver la emoción de mi hijo prepararse para su primer campamento Scout, que es a su vez el campamento regional por motivo de los 100 años en el mundo de este movimiento juvenil; así como el asombro en el rostro de mi hija de siete años cuando hablamos sobre la reproducción humana y sus interminables “pero porqué…”
De la semana que pasó me queda la mirada triste de un mendigo que no pude auxiliar porque esa tarde tenia los bolsillos tan vaciados como los de él, el cuerpo de guitarra de una señorita con su ombligo al aire, el madrazo público que regurgité en un momento de flaqueza y contradicción, las lágrimas que derramé viendo en la tele al profesor Moncayo, así como el Factor XS; y a pesar de esas banalidades, las oraciones sinceras que hice por la salud de algunas personas que conozco y están enfermas.
Esta semana volví a ver amigos importantes que se me habían perdido del panorama de los días por alguna razón y recibí una llamada y una visita de otros dos que están en el exterior y las noticias de todos ellos me alegraron la vida.
Esta semana que pasó no fue mejor ni peor que la anterior, pero valió la pena vivirla. Me pongo a revisarla como si fueran los bolsillos de una camisa sucia antes de lavarla y descubro que estreché la mano de mucha gente (a veces soy tan saludable como un alkaselzert), escribí más e-mails de los que me había propuesto y subí un kilo de peso. Y ve, que casualidad, en una de esas entradas al sanitario (con libro en mano) leí un poema de León de Greiff que titula “balada de la fórmula definitiva y paradojal” donde el único verso que me gustó y memoricé dice “!todo no vale nada, si el resto vale menos!... pero yo, parafraseándolo quiero decir que “todo valió mucho, y el resto mucho más”.

Feliz semana para todos ustedes.
(valenciacalle@yahoo)

¿INTELIGENTES?

Un gran número de gente cree que el que más habla es el más inteligente. (Por eso dejé de hablar en reuniones. A los que nos creen inteligentes por hablar o escribir en público la pasamos mal) A los pobres siempre nos piden que hagamos el discurso o el brindis de turno(que diga las palabras de agasajo del cumpleaños hasta del bobo del pueblo, del almuerzo de ocasión al jefe tirano, del velorio de la suegra, el día de la boda de la ex, y el de los quince años de la hija negada. Así termina uno siendo el sapo del grupo, cuando no de la familia, porque claro, en estos discursos no se puede hacer crítica de librepensador, sino que hay que decir bobadas de lambón)
A muchos inteligentes, que a veces no son inteligentes, sino bocones, la gente los cree inteligentes por dejar escuchar su voz en reuniones públicas. Ocurre que en una reunión les da por preguntar, por quejarse de algo o por dar su opinión; entonces, de inmediato los demás, al ver su inteligencia brillar por un segundo a voz en cuello, lo nombramos (a veces en medio de risas y burlas) nuestros representantes de la Junta de Acción Comunal, de la Junta de Padres de Familia, de la familia misma, Jefe del sindicato, de concejal, alcalde, gobernador o hasta de presidentes si se dejan. Y por eso es que a veces tenemos los representantes que tenemos. Porque no elegimos ni líderes, ni a inteligentes, sino a bocones, a los que, casi obligados, les pedimos que salven la patria. Y ellos, por seguir en el juego de posar de inteligentes, aceptan, claro esta.
Es que hablar en público tiene enormes ventajas en medio de la pobreza intelectual y de estima que se tiene mucha gente por estos tiempos. Me explico, hablar en público en tiempos de aculillados (de gente que a todo le tienen miedo), de gente avestruz (tímidos que a toda hora andan con la cabeza escondida), de gente nada-me-importa (que a todo le saca el cu-erpo), de gente pobretona (que todo el tiempo trabaja, trabaja y trabaja), pues cualquiera es líder.
Mejor dicho, hoy a cualquiera (así sea doptor) le decimos que es “inteligente” y nos represente y es posible que acepte. Pero ese piropo es en realidad una hipocresía y una burla a la vanidad del bobo. Le decimos inteligente para que haga cosas que socialmente o comunitariamente no deseamos hacer. Entonces, ponemos al más bocón, al más vanidoso a trabajar en nombre de todos, y por eso, a veces tenemos los líderes políticos que tenemos.
Hoy cualquiera que hable en público parece inteligente (se cree inteligente y lo ponemos en la categoría de inteligente) y a ese lo nombramos líder o jefe, así diga sandeces, burradas, sea mal hablado, grotesco, inculto, en fin; lo que sea, con tal de que sepan mugir o cacarear en público sin miedo al oso, al que dirán, a la pena ajena.
Da grima ver seudo-oradores en los púlpitos de sectas cristianas, de sindicatos de trabajadores o maestros, las intervenciones de representantes a la cámara y políticos en la tele, en las sesiones del Concejo o Asamblea Departamental, en los salones de clase, en las reuniones de padres de familia… es decir de lugares donde se supone, se expresan los inteligentes, pero no-no-no-no.
Definitivamente, a veces los grupos sociales, actuamos de muy mala fe con algunos pobres de inteligencia, con los bocones y vanidosos. Definitivamente hay que tener mucha cara dura y ser un poco imbécil para posar de inteligente siendo tan mal hablados, tan incultos y tan grotescos…